La peligrosa nada de los insatisfechos
Apenas uno de cada diez argentinos está conforme con lo que le pasa. Señales de alarma que la política se resiste a ver.
La insatisfacción es el gran mal de estos tiempos. Su principal dificultad es que no se presenta como un conflicto momentáneo, porque tiene un presente que se justifica en un pasado y se proyecta hacia un futuro: la insatisfacción de hoy depende de haber estado a disgusto desde antes y de prever que las cosas no van a mejorar. Es un concepto acumulativo. Pero no debe confundirse necesariamente insatisfacción con pesimismo, porque el pesimismo puede resultar de análisis certeros realizados con lucidez y un buen estado de ánimo. Sí podemos asociarla, más bien, a la depresión. Al desgano. A la apatía. Claro que también puede transformarse la insatisfacción en descontento, que vendría a ser “la primera necesidad de progreso”, al menos según Thomas Alva Edison, que descontento con una prueba y otro ensayo inventó la lamparita, el fonógrafo y la cámara de cine.
Una encuesta fresquita de la Universidad de San Andrés señala que apenas 1 de cada 10 argentinos está satisfecho con lo que pasa. Indica, además, que la satisfacción con la marcha general de las cosas cayó del 57% en abril de 2020 al 11% en mayo de 2021. En un año, se quintuplicó nuestra insatisfacción. El 79% desaprueba al Gobierno, cuando a esta altura de 2020 casi la misma cantidad lo aprobaba. La oposición, por su parte, perdió 15 puntos de aprobación en los primeros 5 meses del año.
Las principales insatisfacciones provienen de la falta de seguridad, el desbarranco de la economía -con la inflación en el centro de las preocupaciones- y la corrupción. Hasta la ciencia perdió prestigio en este año de miedos, incertidumbres y encierros pandémicos, si bien fue la actividad que menos cayó en la ponderación ciudadana. Un 80% sigue queriendo confiar en los científicos por sobre cualquier otra actividad. Será porque el 91% de los encuestados opina que el coronavirus es “algo o muy peligroso”, casi al mismo nivel que el año pasado, cuando era un 94%. El 69% se siente “algo o muy expuesto” al Covid-19. Y entre el 83% y el 76% están a favor de la producción en el país de las vacunas Sputnik V, AstraZeneca y SinoPharm. La predisposición a aplicarse una vacuna contra el Covid-19 aumentó 16 puntos entre diciembre y mayo, pero la mitad está insatisfecha frente a la campaña de inmunización (los más insatisfechos en este aspecto son los porteños, los cuyanos, la clase media-media alta y los votantes de Mauricio Macri).
La percepción de la situación del país empeoró tanto en retrospectiva como en prospectiva. El 78% percibe que estamos peor que hace un año. El 58% cree que dentro de un año vamos a estar todavía peor. La insatisfacción agranda la desconfianza: el 81% no se identifica con ningún partido ni líder político.
La sociología ubica a la insatisfacción como uno de los más repetidos factores de conflictividad y violencia. La palabra satisfacción viene del latín “satisfactio” y significa “acción y efecto de hacer lo necesario”. La insatisfacción, entonces, vendría a ser el efecto de la inacción (la nada misma) o de no estar haciendo lo que se debe. Solemos asociar satisfacción con saciedad. O sea: insatisfacción es hambre.
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