Caso Maia Beloso: un haz de luz en la insondable oscuridad del país real
Se temía lo peor. La suerte ayudó a una tarea bien hecha. Berni, Santilli y una imagen tranquilizadora de coordinación en paz.
Después de algunas idas y vueltas iniciales, el grito en el cielo de los vecinos de Villa Cildáñez terminó hallando respuesta en el trabajo coordinado de las fuerzas federales, porteñas y provinciales para buscar y encontrar a Maia Beloso, la nena de 7 años que vive con su mamá en situación de calle y estuvo desaparecida tres días por obra de un hombre que ya marchó preso.
El Caso Maia volvió a poner en primer plano, tal como ya había ocurrido al principio de la pandemia, cuánto puede tranquilizar a la sociedad el simple hecho de ver a los servidores públicos trabajando en conjunto por lo que verdaderamente importa. La foto de los ministros Diego Santilli y Sergio Berni juntos vendría a ser apenas la síntesis de una acción que movilizó instituciones diversas, medios de comunicación y personas de a pie cuyas alertas resultaron cruciales en distintos momentos de la búsqueda.
Convengamos que son muy pocas las veces en que la sociedad argentina se deja conmover a tal punto desde un sentimentalismo casi puro por historias tan amarradas a sus rincones más invisibilizados: los de la precariedad extrema, la marginación crónica y la intemperie como hábitat más habitual. Maia Beloso pasó de golpe a ser el rostro visible de ese 65% de los menores que viven bajo la línea de pobreza en nuestro país y cuyas peripecias cotidianas van mucho más allá de un número o de una línea entre el ser o no ser que depende de un billete más o menos para comprar un sachet de leche más o menos.
Los códigos de vivir en la calle, con su mezcla de libertad, promiscuidad, necesidad y violencia, resultan insondables para quienes pueden tener el sustento resuelto y una vida de algún modo ordenada. Provocan miedo. Y el miedo que provocan no es hacia ellos, sino a que nos vaya a pasar. Maia es la sonrisa adorable de un futuro incierto, por qué no imposible (si seguimos así…).
No es una excepción: hay muchísimas Maias. No debería ser un excepcional pico de rating: ¿qué va a ser de Maia pasado mañana, cuando los focos no estén más? Ahí está el fondo del asunto. Los finales felices no surgen de pelear todo el tiempo a ver quién es el menos peor.
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