El cansancio, y el sentimiento de desgaste, nos deteriora lentamente. Según las neurociencias, un cerebro fatigado responde de manera diferente a los estímulos, se torna más sensible a nivel emocional y la realidad es percibida de manera negativa.
El agotamiento, ese que poco a poco nos arroja a un estado zombi, es consecuencia de una gran actividades y tareas que asumimos, y que también nos imponen sin darnos cuenta de que en algún momento nos pasarán factura.
Guillermina Rizzo aborda el tema desde la psicología en su columna para Radio Perfil.
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