Vladimir Putin no es Adolf Hitler, nada que ver: es… ¿quién es el verdadero Putin?
Las guerras se dan también en el terreno de la (des) información. Y en Occidente, la imagen del autoritario y megalómano premier ruso sirve para distorsionar el fondo del Caso Ucrania.
Las guerras no se despliegan sólo en el plano bélico propiamente dicho: en ellas valen los ataques económicos, las acciones cibernéticas, los cabildeos diplomáticos y, dentro de las operaciones de inteligencia en su más amplio sentido, se destacan los juegos de información y desinformación para construir un escenario exagerado de buenos y malos que ayude a dejar mal parado al enemigo.
Vladimir Vladimirovich Putin reúne casi todos los atributos para ser visto como un líder conservador, autoritario y desproporcionado en gestos y actos, características que él no se preocupa en moderar y Occidente aprovecha para dar un paso más y coronarlo demonio. De hecho, al terminar decidiendo invadir Ucrania, Putin se compró todos los boletos del malo de la película. No hay guerra justa. Un muerto ya es demasiado costo.
Sin embargo, se ha puesto de moda la simplificación absurda de comparar a Vladimir Putin con Adolf Hitler, visión que en nuestro país lanzó antes que nadie, con su capacidad comunicativa, Elisa Carrió. Es impresionante cómo “Hitler” se convirtió en un adjetivo que pareciera explicarse por sí solo, pero que ayuda nada más que a simplificar las cosas al punto de frivolizarlas al extremo y que nadie entienda nada. El propio Putin acusó de nazi al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, que, además de ser judío, perdió a su abuelo en la Segunda Guerra actuando como coronel del Ejército Rojo. Nada demasiado diferente podría responder Putin cuando se lo llama “Hitler”.
Semejantes reduccionismos sólo sirven para tapar las culpas y/o intencionalidades de quienes los usan y reforzar la maldad del enemigo. Digo, porque hay un punto para nada menor en el cual Vladimir Putin tiene razón: sus reclamos de desmilitarizar la zona y correr de allí a las fuerzas desplegadas por la OTAN llevan más de dos décadas. Al cabo de ese tiempo, lejos de retirarse, las tropas se incrementaron y el ucraniano Zelenski pidió que su país fuera enrolado en la misma OTAN, cuando estaba acordado todo lo contrario para mantener a ese país fuera de lo que Rusia pudiera considerar una amenaza militar. Un dato más: muchos ucranianos se sienten culturalmente rusos, porque allí nació la Rusia original en el Siglo VIII, hablan ruso, comparten su catolicismo ortodoxo con los rusos y no les cae nada mal Putin.
Claro que la guerra es, siempre, un costo demencial del que sus responsables deben hacerse cargo. Pero todos, ¿no? En cuanto a Putin, es un exponente bastante clásico de la cultura imperial rusa, que nació con los zares y aprovecharon para sí mismos los comunistas soviéticos, sobre todo con la entronización de Stalin. La realidad suele ser muchísimo más compleja que un adjetivo fácil de entender, pero que sólo confunde las cosas.
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