El 27 de octubre de 1970 el científico argentino Federico Leloir recibió el Premio Nobel de Química
Por descubrir el camino bioquímico a través del cual el organismo aprovecha la energía de azúcares para vivir. Este hallazgo permitió comprender las causas de muchas enfermedades.
Nació en París en 1906, luego de que su familia viajara desde Buenos Aires para que su padre sea operado del corazón en una clínica de Francia. Los médicos no pudieron salvarlo y falleció una semana antes del nacimiento de su hijo. De regreso al país, Leloir vivió junto a su madre y hermanos en las tierras costeras familiares llamadas “El Tuyú”, que se extendían desde San Clemente hasta Mar de Ajó.
Con cuatro años, aprendió a leer con los periódicos y le llamaban particularmente la atención los temas relacionados a las ciencias naturales y la biología.No fue un gran alumno durante su paso por la primaria y la secundaria, incluso abandonó rápidamente la carrera de Arquitectura en el Instituto Politécnico de París.
De regreso a Buenos Aires, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió en 1932. Enseguida, comenzó a ejercer la profesión en el Hospital de Clínicas y en el Ramos Mejía. En 1933, conoció a Bernardo Houssay, quien dirigió su tesis doctoral que recibió el premio “al mejor trabajo doctoral”.
En 1936, viajó a Inglaterra para estudiar en la Universidad de Cambridge, bajo la supervisión de Frederick Hopkins, quien había obtenido el premio Nobel por sus estudios en fisiología y medicina. Posteriormente, viajó a Estados Unidos donde ocupó el cargo de investigador en el Departamento de Farmacología de la Universidad de Washington.
Leloir fue tentado económicamente por la Fundación Rockefeller y por el Massachusetts General Hospital, pero prefirió volver al país para trabajar en el Instituto dirigido por Bernardo Houssay.
En 1970, Leloir fue distinguido con el Premio Nobel por descubrir el camino bioquímico a través del cual el organismo aprovecha la energía de azúcares para vivir.
Este hallazgo, permitió comprender las causas de muchas enfermedades como la galactosemia, una patología que se caracteriza por la incapacidad del organismo para metabolizar galactosa.
Falleció en Buenos Aires, el 2 de diciembre del 87 a los 81 años, tras un ataque al corazón.
Guión de Javier Pasaragua y locución de Pita Fortín.
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