Friday 26 de April de 2024
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Qué me contás: los 90 de Menem, en terapia intensiva

POLITICA | Por Edi Zunino | 02 de July 12:16

En el apogeo de su presidencia, recién reelecto, allá por 1996 y pensando en un tercer mandato, Carlos Saúl Menem jugueteó con la cuerda que le quedaba y se comparó genéticamente con la descendencia de Matusalén, el patriarca oriundo de la antiquísima Persia que fue descendiente de Adán, abuelo de Noé y, según el Génesis, vivió 969 años.

Claro que Menem estaba provocando políticamente, pero de todos modos siempre se mostró confiado en vivir más de 100. Llegó a predestinarse 104, como el viejo y querido (y chispeante) Magiclick. Hoy, el símbolo de los ’90 en la Argentina cumple sus 90, de nuevo internado en terapia intensiva y, a estas horas, en “estado delicado”. Si uno pregunta en el Sanatorio Los Arcos qué tiene el ex presidente, los médicos responden que se volvió a complicar su situación respiratoria, pero que “básicamente, tiene 90 años”.

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que de aquellos noventas de Menem a estos 90 de Menem la Argentina pasó de la euforia a la depresión. Entonces, entrábamos por la puerta grande de las privatizaciones a un Primer Mundo que, como Menem pero no sólo Menem, se creía inmortal. Definitivo. Para siempre. Porque el Muro de Berlín se había caído y, como sostuvo “científicamente” Francis Fukuyama, estábamos ingresando al “fin de la Historia”. Teníamos un 10% de pobres, un dólar valía un peso, los laburantes invertían sus retiros voluntarios en volverse micro-empresarios de remises o parripollos y Menem representaba “la transformación” cambiando las patillas de Facundo Quiroga por los links de golf y el fierro a fondo, a 200 por hora, en una Ferrari que era suya, suya, suya… ¡Ah! No sería justo olvidar la pizza con champán.

“De aquellos polvos, estos lodos”, dice el viejo refrán español, de supuesto origen inquisidor: los polvos afrodisíacos de las brujas como caldo de cultivo de la decadencia. Las brujas felizmente ya no existen, y ni siquiera las hay, pero aquellos polvos -polvazos en gran medida- nos confundieron bastante.

De aquellos 90 nos quedó una noción del éxito que vuelve absolutamente inconveniente y despreciable y mala onda y pianta-votos hablar de decadencia y de fracaso. En todo caso, la decadencia y el fracaso son culpa de los otros. Sin embargo, cuando Menem tenía 60 y no 90, los que hoy tienen 60 y gobiernan estaban ahí, haciéndole el chingui-chingui a la “revolución productiva”. Macri y Scioli, siempre más parecidos que diferentes, descubrieron las mieles de la política con Menem. Néstor, Cristina y Alberto estaban ahí, admirados primero ante “el mejor presidente de la historia” y después, cuando estalló la corrupción y empezó a amagar la recesión, rompieron con Menem y pasaron a ser discípulos del “mejor ministro de economía de la historia”: Domingo Cavallo.

Fernández, Kicillof y Menem.

Hace un ratito, en la cumbre virtual del Mercosur, el presidente Alberto Fernández golpeó con la punta del índice derecho en la mesa para decir: “La historia nos da la oportunidad de mirar para atrás y revisar lo que se ha hecho” y reivindicó su decisión de “trabajar por la unidad, aunque se piense distinto”.

Hubiera estado bueno que Fernández se refiriera, más que a “lo que SE HA hecho” a “lo que HEMOS hecho”, para hacerse cargo de su parte y unir lo diferente desde la elevación moral que sólo permite la autocrítica. Porque acá nadie nació de un huevo y el kirchnerismo, en 2015, dejó el país con un 30% mínimo de pobres, que hoy parecerá nada pero es un montón para entender lo inviable.

Visto a la distancia y en su continuidad, nunca salimos del 2001, que fue donde desembocaron los noventas de Menem. La economía dio sus respiros, pero venía hecha puré y la pandemia nos lo volvió chirle, babeante. Tal vez no haya que revisar lo que hemos hecho, sino lo que no hicimos.

¿Alguien escuchó hablar de un país?

Para empezar, todavía nos debemos un capitalismo en serio. Los noventas de Menem también están en terapia intensiva.

 

por Edi Zunino

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