Friday 19 de April de 2024
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La vacuna del peronismo al revés: fuera de la ley, todo; dentro de la ley, nada

POLITICA | Por Edi Zunino | 23 de December 11:48

Juan Domingo Perón articuló su operativo retorno a la Argentina, allá por 1972, en base a un axioma: “Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada”. Era un mensaje al poder económico y militar, algo así como comprometerse a “volver mejor”. Pero también apuntaba a los grupos guerrilleros que él mismo había estimulado para la resistencia: cualquier acto fuera de la ley, a partir de entonces, sería tomado como un desafío hacia él mismo (y hasta matar sería válido).

Se sabe que no anduvieron bien las cosas. La Argentina es aquella dimensión donde mueren las palabras, casi literalmente. De todos modos, la frase “dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada” fue recuperada por el peronismo post dictadura, derrotado por Raúl Alfonsín y ansioso de “volver mejorado”, como para anunciar que ahora sí había aprendido la lección. Mal no le ha ido, en términos electorales: de los 37 años en democracia que acabamos de cumplir, 26 transcurrieron con presidentes peronistas. (Al país no le ha ido bien, tampoco con los antiperonistas).

Miremos el día de hoy con la lupa de aquella máxima. Acabamos de aprobar una vacuna, la de Pfizer, que no tenemos disponible, aunque hasta le pusimos casi 6.000 voluntarios y un hospital público a disposición para probarla. Los motivos se mantienen en la inquietante dimensión del top secret. Y todavía no es legal la vacuna que, según se asegura, vamos a empezar a dar “antes de fin de año”. Falta una semana para eso. Cuando esta columna salga al aire, el avión de Aerolíneas que va a buscar los primeros 300.000 frasquitos ya va a estar estacionado en Moscú. O sea: dentro de la ley, nada. Lo justifica, como siempre, la emergencia. Como si alguien nos hubiese condenado a ser hijos del rigor. Pero bueno, es de esperar que la ANMAT falle a favor de la Sputnik V en cualquier momento, tal vez en pleno vuelo triunfal. (N. de R: en efecto, a las 13.30, la ANMAT y el Ministerio de Salud autorizaron la utilización del producto ruso).

Hablando de la ley, zona esquiva y poco respetada para los mismos que hacen y deshacen las leyes, los propios gobernantes están diciendo sin decirlo de frente que los números del Covid-19 están volviendo a subir -y a preocupar- porque la gente es indisciplinada y se amontona para todo. Es decir, porque la gente no cumple la ley. Y algo de eso hay. Sin embargo, habría que tratar de ponerle luz al por qué sin caer en lo del huevo y la gallina, ya que tanto los gobernantes que improvisan un funeral multitudinario para Diego Maradona como quienes van a hacer compras a La Salada o a Flores porque es más barato, son personas adultas que saben lo mal que puede hacer amontonarse.

Las sociedades “ordenadas” se terminaron cuando el “orden” dejó de ser conveniente y hacer lo correcto pasó a ser cosa de giles sin chances de ascenso. Las “asimetrías” y las “inequidades”, después, rompieron redes, y la demagogia -que nunca fue extirpada del ADN de la política- se convirtió en una mezcla de marketing y show donde nadie dice lo que nadie quiere escuchar. Deberíamos estudiar a fondo cuánto de nuestro fracaso fue producto de un desorden jamás reordenado. 

El desprestigio del Estado no implica sólo la mala prensa de los dirigentes: también de los docentes, de los médicos, de los policías y de todos aquellos “servidores” que suelen ganarse la vida diciendo aquello que no se quiere oír: la mala nota, la boleta, el diagnóstico desagradable, cuando no la muerte de un ser querido. Los grandes medios también deberían analizar su responsabilidad en el relajamiento social que promovieron para hacer oposición política y demagogia pro-rating tras el barbijo de un libertarismo abstracto.

Si el mensaje es que la ley está para incumplirla, esquivarla, mirar hacia otra parte o violarla cuando está oscuro, ninguna actitud de la sociedad va a ser ordenada. Y sin alguna clase de orden, lo que deja de haber es sociedad, al menos en los términos clásicos de asociación entre personas libres que, aún así, alguna función para el conjunto deberían cumplir. Más allá de tratar de evadir impuestos, digo.

Un 23 de diciembre como hoy murió Enrique Santos Discépolo, el poeta peronista que nos dejó avisado (ojalá no para siempre): “Es lo mismo el que labura todo el día como un buey, que el que vive de los otros, el que mata, el que cura o está fuera de la ley”.

 

por Edi Zunino

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