Miren si seremos simbólicos y simbolistas que hasta tenemos un Día de la Escarapela. Es hoy, 18 de Mayo. Se la debemos al Primer Triunvirato, nuestro primer gobierno centralista porteño integrado al principio por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso, pero a poco de andar Chiclana siguió, aunque ya junto a dos figuras ascendentes: Bernardino Rivadavia y Juan Martín de Pueyrredón. La revolución de Mayo y casi todo lo que vino después, fue obra de interminables conspiraciones e internas.
A esta gente no le debemos sólo la escarapela, sino sobre todo las primeras nociones institucionales sobre libertad de prensa y la primera cámara de apelaciones judiciales. Pero en cuanto a la escarapela que ellos aprobaron por bando del 18 de Mayo de 1812, los historiadores todavía no se ponen de acuerdo sobre si los colores celeste y blanco eran una distinción patriótica o un nuevo mensaje de buena voluntad a los borbones españoles, ya que esos eran los colores de la Orden de Caballería de Carlos III.
Igual, el Día de la Escarapela como tal, como día fijo en el calendario, se lo debemos a un presidente fraudulento, Roberto Marcelino Ortiz, que se quedó ciego por la diabetes y tomó licencia, así que, en verdad, el Día de la Escarapela se dio durante el mandato de Ortiz pero al mando del vicepresidente, Ramón S. Castillo, que se hacía llamar Ramón S. pese a que su segundo nombre era Antonio. Resulta que el hombre no quería que le dijeran Ramón A., que verbalmente y de corrido sonaba Ramona Castillo. O sea que la escarapela es cosa de machos.
Por alguna razón que se desconoce, aunque seguro será por una carencia acumulada de peso específico, el Día de la Escarapela es algo así como un día inexistente. Que algo vaya a suceder el Día de la Escarapela, en lenguaje popular, significa que no va a ocurrir nunca. Es como un Día del Arquero más afecto a las efemérides.
Hoy es el Día de la Escarapela. De algún modo nos guía (por no decir gobierna, que sería mucho) un triunvirato de porteños. Y hay ruidos en el triunvirato. Los porteños de la periferia, representados por Axel Kicillof, cuestionan a los porteños del centro, que comanda Horacio Rodríguez Larreta, echándole la culpa por cualquier descontrol pandémico en el GBA. Tienen pánico: si por la expansión del coronavirus en 15 villas de la Ciudad el gobierno se siente superado, imaginen lo que vendrá si el bicho salta la General Paz hacia 1.800 villas y barrios populares…
Todo indica que no sería tiempo de peleas, sino de mantener y expandir el clima de acuerdos logrado. Eso pareció hacer Alberto Fernández, el vértice del triunvirato, al recibir a Larreta y su vice, Diego Santilli, con la excusa de presentarles el kit diagnóstico desarrollado por científicos argentinos. Ni bien circuló esa foto, ciertos ultra-kirchneristas salieron de la nada a proponer que el gobierno nacional se cobre con acciones la ayuda que le brinde a empresas en medio de la pandemia.
Con esas reacciones supuestamente ideológicas (pero más bien bastante bobas, ahistóricas, inútiles e inaplicables) la Argentina se va a arreglar el Día de la Escarapela. Pero no hoy…
por Edi Zunino
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