Saturday 20 de April de 2024
Perfil

AMBA de mi esperanza (dedicada a Julio Bárbaro)

POLITICA | Por Edi Zunino | 03 de May 11:48

Se sabe que Julio Bárbaro es peronista y es porteño. Voy a destacar que nació en el barrio de Boedo sólo para evocar, de paso, a Homero Manzi, el autor del “San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido”, del emblemático tango “Sur”, que se murió hace hoy 70 años siendo también peronista. Pero bueno…, estoy con Bárbaro, que pocos saben que de segundo nombre se llama Donato. Ni que, en los 70, cercano a la agrupación Guardia de Hierro y ya licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Salvador, la de los jesuitas, Bárbaro participó de las llamadas “cátedras nacionales” que coordinaba la filósofa Amelia Podetti, quien influyó mucho en la formación del jesuita Jorge Bergoglio -que hoy es el Papa Francisco- y de tantos intelectuales argentinos, como Alcira Argumedo, que falleció este fin de semana. El padre de Amelia Podetti provenía del grupo radical FORJA, igual que Manzi… Pero bueno…, estaba con Julio Bárbaro, que este fin de semana fue noticia porque se indignó por un embotellamiento de tres horas en la Panamericana, provocado por los controles anti Covid-19, endurecidos por las últimas medidas frente a la cruda segunda ola de contagios, internaciones y fallecimientos.

La indignación –más comúnmente llamada calentura- no suele ser la mejor amiga de la reflexión. Eso lo sabe cualquier pensador que se precie, por más humano y, por lo tanto, irritable que sea. Bárbaro salió por la tele sólo para decir que Axel Kicillof quiere que seamos todos sus esclavos, determinación que me parece improbable, aunque más me parece imposible de aplicar en este Siglo XXI y menos que menos parece ser el tema en cuestión desde un punto de vista rigurosamente intelectual y sobre todo político, pero político con mayúsculas.

El verdadero problema de fondo es el AMBA, Julio querido. Y como el problema, sobre todo en tiempos de pandemia –pero no sólo en tiempos de pandemia- es el Área Metropolitana con su superpoblación en un pedazo pequeñito de territorio, los que gobiernan y los que piensan no deberían dividirse por sus antipatías personales ni por sus urgencias políticas y electorales o económicas, y tendrían que buscarle de una buena vez soluciones de largo plazo a lo que, por lo visto, no tiene ni la más mínima solución cacareando por lo inmediato de una incomodidad pasajera, por más que moleste. Y menos solución tiene con evocaciones a lo que ya resolvió la Asamblea del Año XIII con la Ley de Vientres.

Es ridículo quitarle la razón a alguien o dársela al otro cuando el verdadero asunto tiene tanto que ver con que uno y otro privilegien la discrepancia. La verdad, qué hacer con el AMBA es un tema estratégico para la reconstrucción del país donde, incluso, los principales referentes de uno y otro de los bandos que tenemos en disputa, tienen posición tomada, por lo menos teórica, en cuanto a la necesidad de tomar esta área “pisada” por dos jurisdicciones como una sola cosa indivisible que supera a la General Paz, al peronismo, al pos peronismo, al no peronismo y a todos los dirigentes de todo eso.

No es que lo diga yo. En septiembre pasado, ahora nomás, cuando todavía reinaban la calma y la unidad de criterios entre Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, una ONG llamada Fundación Metropolitana realizó un debate sobre, precisamente, qué hacer con el AMBA y todos los participantes de todos los partidos y todas las administraciones –nacional, porteña, provincial y municipales- coincidieron en que la pandemia había puesto sobre la mesa esto que es un problemón acumulado durante décadas y que siempre se posterga por la gravedad de las sucesivas coyunturas y las urgencias electorales, que terminan obligando a ver el AMBA, en la práctica, más como sus partes que como un todo.

Un coro de adultos mayores cantando la irritabilidad que conocemos todos sólo repite el error y recicla el problema. Llegó la hora de cantar “AMBA de mi esperanza” para desagotar el polvorín y repartirnos de un modo más productivo y, sobre todo, sano en este enorme territorio casi despoblado.

 

por Edi Zunino

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