Thursday 9 de May de 2024
Perfil

Padre Luis Pascual Dri: "En este momento el pueblo argentino no es pueblo, cada uno está tirando para su lado"

PODCASTS | Por Jorge Fontevecchia | 10 de August 13:30

Es el fraile capuchino de 96 años que confiesa todos los días en el santuario Nuestra Señora de Pompeya. Será uno de los nuevos cardenales creados por el Papa. En esta entrevista abre las puertas de su casa y de su noble corazón, para compartir reflexiones sobre su nuevo rol a esta altura de su vida, su pasión por el perdón y el compromiso de cuidar al Papa y a la Iglesia. Las personas que lo asisten dicen estar frente a un santo y hay filas para confesarse con él.

¿Cómo recibió la noticia de que el papa Francisco lo había elegido cardenal y cómo cambió su vida a los 96 años, al enterarse de una noticia así? 

—Eso fue lo más tremendo. Creo que fue la noticia o la sorpresa más grande que tuve. Eran las 6; yo a las 5 estoy levantado. Ya me había duchado, y recibo en español la noticia que decía que el Papa me nombró cardenal. Yo me reí, pensé que era una broma de mis compañeros, José Luis, sobre todo, que muchas veces me hace bromas. Estaba mirando Vatican News, entonces seguí mirando, llego al final de la nota, y dice: “Luis Pascual Dri”, entonces me desarmé, me puse a llorar, no sabía qué hacer. En ese momento llega mi superior, porque yo bajo a confesar al santuario a las 8 de la mañana, la primera misa. Entonces me dice: “¿Viste la noticia?”. Yo no podía hablar, me dio un vaso de agua y me dice: “Tranquilizate, ahora vamos a atender a la gente, que hay mucha esperando”. Ahí fue la sorpresa más grande, voy para el templo y ya empezaron a llegar las noticias, viene gente a saludar, y yo me puse a llorar y a querer ser firme. Y bueno, comencé a confesar hasta las 11.30, como hago siempre, pero en medio de una incertidumbre, de un desasosiego, de una vergüenza. Vergüenza, sobre todo, porque digo: “¿Quién soy yo para que el Papa tenga esta atención conmigo?”. No sé si me conoces, pero soy muy de campo, me formé afuera, me fragüé en medio del campo atendiendo animales, a escuelitas rurales y todo eso, así que no podía entender.

—Usted dijo textualmente: “Me sentí un poco humillado al ser elegido cardenal por el Papa, porque soy un fraile común que no tiene grandes estudios ni doctorado, ni nada”; sin embargo, ¿no cree que es importante que dentro de la cúpula de la Iglesia católica estén los que toman decisiones con la sabiduría que les da todo el conocimiento de haber estudiado, y que también haya representación de personas que toman decisiones con la sencillez, con la humildad, que también requieren sabiduría, y quizás usted mismo simboliza todo eso?

—Pero nunca lo había pensado, nunca me pasó por la cabeza que el Papa me iba a mirar a mí. Me relaciono mucho con él, tengo una gran amistad con él, pero nunca pensé que iba a llegar a esto. Después, pensando, digo: “Bueno, ahora me obliga a preocuparme más de la Iglesia, a preocuparme incluso del Papa, de defenderlo”, porque es muy criticado, se le da por todos lados, se lo interpreta, se tergiversan sus expresiones, y entonces fui pensando, a través del tiempo, que ahora mi deber, mi obligación es ser fiel al Papa. Se puede equivocar en cosas simples, pero lo que es de fe y lo que es moral, seguramente que no, así que doy gracias a Dios. Doy gracias a Dios y bendigo al Papa. Me dicen que es un reconocimiento, yo creo que no es reconocimiento, es una atención al Papa, como reforzando el sacramento de la Reconciliación, porque yo me dedico especialmente a eso. Ahora mismo, mientras ustedes preparaban esto, yo ya estaba confesando. 

—Usted quedó huérfano siendo chico, y de los nueve hermanos, ocho eligieron la vida religiosa. ¿Cómo fue su crianza para resultar que casi todos los hermanos terminaran siendo servidores de la Iglesia católica?

—Yo me quedé con mi santa madre, que le debo todo. Todos los días doy gracias a Dios por la madre que me dio, porque al no tener papá, ella me cuidaba, me mandaba a la escuela, me atendía, me enseñaba catequesis, me enseñaba la educación, iba a ayudar a misa. Mi vida fue así, de fe, de amor, y tenía otros hermanos, pero yo era el más chico. Entonces a los 7 años ya estaba trabajando, es normal en el campo, pero ya estaba con los bueyes, plantando maíz, alfalfa, etcétera, para poder vivir, porque el maíz es choclo para las gallinas, para los cerdos, para todo eso es importante, no puede faltar.

—¿Su madre era muy religiosa?

—Muy religiosa. Si me preguntas: “¿Qué recuerda de su madre?”,  muchas cosas; primero, éramos muy pobres y no teníamos reloj, entonces cuando pasaba el coche motor que iba de Concordia a Federación, sabíamos que eran a las 8; entonces, todos a rezar el rosario. Había que despertarse e ir a dormir rezando el rosario. Pero además, la tengo presente a ella, caminando por el patio, con el rosario en la mano, siempre el rosario en la mano. Y ahí aprendí, fue algo que lo mamé el rosario. Yo iba a la catequesis de los chicos, pero ya sabía todo, porque en casa ya me habían enseñado todo. Mi madre fue catequista, fue pedagoga, fue madre, fue todo, no tengo palabras para bendecir a Dios y agradecerle a mi madre.

—El papa Francisco lo eligió cardenal por su capacidad de perdonar y lo nombra como “el gran confesor”. ¿Qué es la confesión, qué significa para usted perdonar? 

—Perdonar es hacer presente a Jesús, mi ángel de Dios, siempre pienso cuántos se presentaron a Jesús y siempre tuvo una palabra de perdón, de misericordia. Podemos comenzar desde el buen ladrón, desde Pedro, desde la adúltera. El hijo pródigo, que es mi caballito de lucha. A veces me dicen: “Yo no puedo perdonar”, entonces hay argumentos humanos que no se pueden discutir, pero ¿qué hizo el padre del hijo pródigo? Vio al hijo que venía medio ciego, medio rengo, tropezando, que se iba acercando, lo abrazó y no lo dejó hablar. Ahí ya se perdonó todo. Sí, Jesús es perdonador, Jesús perdonó, hagamos fiesta. “Mi hijo estaba perdido y fue encontrado, estaba muerto y ha resucitado”. Por más que el hijo mayor no quiera entrar y le diga: “Nunca me diste nada, y a este, que anduvo con prostitutas, le hacés una fiesta”. Así es el Padre Dios, y así quiero ser yo. Creo que una sola vez dije: “Perdóname, no te puedo dar la absolución, porque me dices que no vas a cambiar, que vas a seguir en lo mismo”, y de las cinco condiciones para confesarse, borren todas, pero no borren el perdón. El perdón o el propósito de querer cambiar; no importa lo que venga después, pero que estés dispuesto a cambiar, a perdonar. Para mí, el perdón es todo. Además, es el alivio de la persona. Tú fíjate que cuando vienen con la mochila bastante cargada, cuando les digo: “Mira que Jesús vino a perdonar, Jesús vino a amar, Jesús vino a abrazar”, pero cierto, me va a perdonar, pero no pierdas la confianza, Jesús vino para eso, para perdonar, no vino a controlar ni a echar en cara nada, nada de eso. Jesús vino a perdonar, abrazar y a bendecir, porque Dios es amor. Y eso lo dice el Papa muy claro en su libro, Dios es amor. Entonces, donde hay amor hay todo.

—Dos preguntas en una; por un lado, ¿de dónde saca tanta fuerza para perdonar? Y, por el otro, en 2017, a sus 90 años, publicó un libro que se llama “No tengan miedo a perdonar”. ¿Por qué es tan importante perdonar? 

—Porque es la presencia de Dios. Si tenemos a Jesús, ¿a qué podemos aspirar? Pero si tengo todo, pero no tengo a Dios, ¿qué tengo? No tengo nada. Entonces, acércate a Jesús, no te apartes de Jesús, eso es el perdón. Para mí, el perdón es conseguir abrazarse a Jesús, abrazarse a Él y y dejar que Él obre. Porque, en realidad, no soy yo el que está perdonando, el que está acomodando. Aquel bendito momento en que Jesús les dice a los apóstoles: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen les serán perdonados, y a quienes no les perdonen les serán retenidos”. Desde ese momento, tenemos aquella fuerza para perdonar y decir: “En el nombre de Jesús yo te perdono, yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén”. ¿Quieres algo más grande que eso? Que estamos separados de Dios y poder establecer la amistad, la comunión con el mismo Dios, el Hijo de Dios que los hizo hermanos, hijos de Dios, hermanos de él, ¿qué más quieres? 

—¿Por qué cree usted que el papa Francisco aprecia especialmente el modelo suyo como confesor, qué lo hace a usted un confesor especial? 

—Ay, no sé. Yo procuro ser amable, besar la mano siempre del penitente. Ahora que pasó la pandemia, besar la mano es cercanía, es confianza. “No tengas miedo, acá estoy yo, estoy para escucharte, para comprenderte”. Yo procuro ser amable, y lo digo con mucha reserva; hay gente que me dice: “Me gusta venir acá porque usted me escucha y me recibe con cariño, con amor”, y además les doy un caramelo, siempre les doy un caramelo. 

Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil.

 

por Jorge Fontevecchia

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios

Espacio Publicitario

Espacio Publicitario