Thursday 5 de December de 2024
Perfil

Marta Minujín: "Creo en el arte, el arte protege a todo el mundo"

PODCASTS | Por Jorge Fontevecchia | 21 de April 12:00

La diosa del arte pop latinoamericano, que pagó la deuda externa argentina a una doble de Margaret Thatcher con choclos, y la deuda externa de Grecia a una doble de Angela Merkel con aceitunas, es una vanguardista que vivió en la bohemia parisina y triunfó en Nueva York. Sobrevivió gracias a las becas y vendió su primera obra a los 41 años. Este año festejó sus 80 y vuelve con “El Partenón de los libros prohibidos”.

Marta, vos contás que tenés una vocación de ser artista plástica desde muy chica, desde los 10 años, ¿cómo fue que te diste cuenta? 
Cuando estaba en quinto grado, que tenía 10 años creo, ahí, “tac”, tuve como una luz que me dijo que lo único que podía hacer yo en mi vida era ser artista plástica. Por eso ahora hay una exhibición gigante, A Survey in NY, con mis primeras obras. En Londres se están mostrando sesenta mujeres informalistas, yo hice mis cuadros a los 14 años, los cuadros informalistas. Es decir que soy artista desde que nací y lo único que puedo hacer en mi vida es eso. No puedo hacer otra cosa, ni cocinar un huevo duro, nada. 

Vocación viene de voz, y se dice que tener una vocación es una voz que a uno lo llama, supuestamente sería Dios para los creyentes, y que no llama a todo el mundo, solo a algunos privilegiados. ¿Cuál es tu interpretación de ese llamado?
Fue como un rayo. 

¿Y de dónde creés que vino?
Del cosmos. 

¿Sos creyente?
No, solo en el arte. Creo que el arte me cura, me cuida, me protege. El arte protege a todo el mundo. Creo que todo el mundo es artista. Tengo unos conceptos muy especiales. Siempre pensé en los demás y no en mí misma. No quiero hacer un cuadro que esté en un museo, quiero que la gente viva dentro de la obra de arte como está viviendo ahora con el arte inmersivo. 

Ser creyente en el arte, al mismo tiempo, ¿es una fe? ¿Hay algo también de religión en ese creer en el arte?
No, pero creo que la fe mueve montañas. Yo hago obras de arte absolutamente imposibles en todas partes del mundo. La última obra que hice fue el Big Ben acostado con libros políticos en Inglaterra, y la hice por Zoom porque era la pandemia. Hacer una obra de esas dimensiones, veinte metros de largo, era el Big Ben acostado con una película, toda la hice por Zoom con los ingenieros, con los arquitectos, con los embaladores de libros. Así que con la nueva tecnología que hay, ahora vos y yo estamos hablando. 

Freud decía que solo los artistas tenían pasaje de ida y vuelta a la locura, porque en su obra estaba su propia cura y al mismo tiempo, en su obra, eran útiles a los demás. Entonces solo los artistas podían darse el lujo de tener una locura productiva. ¿Cuál es tu relación con la locura, y no sé si en algún momento prestaste atención a esta definición de Freud? 
No, yo nunca me sentí loca, aunque tengo conductas, por ejemplo casi no como, no tengo tiempo de nada, ni de dormir, todo eso. Pero es un aspecto más mesiánico, como Federico Peralta Ramos; es un aspecto del arte como que te convoca y te hace hacer, y creés tan fuerte que pasás la vida creyendo y cada vez te va mejor en ese creer, porque ahora mi arte es totalmente internacional y nacional, porque convoco multitudes afuera del país, en otros países, y acá también. Como fue en Documenta 14, que la vieron no sé cuántos millones de personas.

Como vos decís, cada vez te va mejor, sos internacional y seguís viviendo en la misma casa de tu infancia, en la calle Humberto Primo, donde tenés tu taller. ¿Qué significa ese lugar para vos? 
Nada, estoy totalmente alejada, es como si fuese que entro en un planeta propio porque nací en esta casa, pero en realidad nunca viví porque vivía en otros países, después volví. La heredé de mi abuelo, que tenía sastrería militar y hacía overoles, por eso siempre me visto con overoles. Y heredé las cuatro casas, que son 900 metros cuadrados, aire libre, un patio gigante de esculturas. Entonces, es el taller más grande del mundo el que tengo, más que tenerlo en New York es mucho mejor porque trabajo con gente argentina, de mi país. 

por Jorge Fontevecchia

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