Hasta entrados los años 80, luego de la última dictadura cívico militar, si un hombre o una mujer que se habían divorciado vivían con otra persona bajo el mismo techo, era considerado adulterio y un delito con pena de cárcel.
Fue la historia de Juan y Alicia la que hizo que eso cambiara. Corría 1978 y Juan Bautista Sejean, un juez de instrucción de 42 años, conoció a Alicia Kuliba, una trabajadora de la Cámara del fuero Contencioso Administrativo de 27 años. Los dos estaban divorciados para ese entonces.
Un día, él la invitó a salir, y ella le dijo que sí. Pasó el tiempo, siguieron en pareja, y en el 84 nació Natalia, su hija. Fue ahí donde tomaron la decisión que cambiaría sus vidas y las de casi 2 millones de personas en la Argentina: ir contra 100 años de historia y buscar que se cambie la ley.
Hacia fines del 86, el ex magistrado consiguió el divorcio vincular, y en marzo de 1987, logró contraer matrimonio con Alicia.
Juan Bautista calificó como “quijotesca” la cruzada que tuvo que emprender junto a Alicia para que les reconozcan su derecho a unirse por segunda vez.
Luego de una gran repercusión en los medios y la opinión pública, el 3 de junio de 1987, el Congreso de la Nación aprobó la ley que permitió a los divorciados volver a contraer matrimonio. Tan solo ocho meses después de que la Corte Suprema fallara a favor de Juan y Alicia, y a sólo tres meses de que ellos se hubieran vuelto a casar.
Comentarios