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Historias Reales
06 de February 10:00

El libro del perdón de los pecados

La escritora e historiadora Vicenta Márquez de La Plata cuenta, a través de su libro "Los Españoles de hace 900 Años", de una prueba de la religiosidad de la Alta Edad Media de entonces.

La escritora e historiadora Vicenta Márquez de La Plata cuenta, a través de su libro "Los Españoles de hace 900 Años", de una prueba de la religiosidad de la Alta Edad Media de entonces.

Se trata de unos libros (que recuerdan a los catálogos actuales) que se comenzaron a usar con mayor frecuencia en el siglo XI por los Monjes Negros de Cluny, a quienes se los llegó a conocer como los "Papas negros”, y de donde salieron pontífices como Gregorio VII y Urbano II.

El libro más famoso de este estilo, denominado también "penitenciario", fue el de Burchard, obispo de Worms. Allí, se muestra una suerte de solución a una tendencia que se había extendido por la iglesia germana y franca, en donde se había creado una sociedad de cristianos en donde la mayoría de los feligreses no podían vivir plenamente como cristianos.

¿Por qué? De acuerdo a la autora, en la iglesia primitiva se daba por sentado que el cristiano, ya bautizado, estaba redimido y debía continuar en ese estado de inocencia. Y, por ende, las "pequeñas imperfecciones" no se contaban.

Pero las faltas graves no podían ser absueltas si no se les sumaban hasta el final de sus días. Por ende, el pecador tenía que ser básicamente un mendigo y no podía contar con el apoyo de su situación familiar.

Es por esto que el "libro del perdón de los pecados" ofrecía una solución para algunos de estos delitos graves.

Veamos, ¿qué pasa en caso de homicidio del amo o de la esposa?

Pues bien, lo que dice el libro es que el pecado castigado con la penitencia más severa podía ser el parricidio, entendiendo que la víctima podía ser cualquiera de los padres u otro familiar directo.

Además, entre los castigos que deberá llevar adelante el pecador, se aclara: "El culpable deberá quedarse durante un año en el porche de la iglesia, implorando la misericordia de Dios. Después podrá entrar pero seguirá en una esquina durante un año más. Entonces, si se ve en el provecho de la penitencia, podrá comulgar a fin de que no se hunda en la desesperación. No volverá a probar nunca más la carne, ayunará todos los días hasta la hora Nona —las tres de la tarde— salvo los días de fiesta y los domingos. Se abstendrá de beber vino, hidromiel y cerveza, tres días a la semana. No peleará nunca más en la guerra, salvo contra los paganos. Sólo viajará a pie. Si ya estaba casado, puede seguir con su esposa, pero en caso contrario, guardará celibato. El obispo pondrá término a la penitencia cuando lo juzgue oportuno.”.

Sin embargo, en la sociedad de aquel entonces, varios asesinatos quedan impunes debido a que estaba aceptada la venganza personal. De todas maneras, la sanción religiosa estaba presente aquí también.

En caso de que la persona haya cometido homicidio para vengar a sus padres, explica Burchard, tendrá que ayunar cuarenta días al año durante siete años.

Y aunque el peor delito pareciera ser el homicidio para este sacerdote, el incesto no dejaba de ser un pecado altamente repudiable, con consecuencias que afectarían al penitente durante el resto de su vida.

Pero eso será para otra historia.

Fuente:  "Los Españoles de hace 900 Años", de Vicenta Márquez

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