Carlos Gamerro: "Cuestiono la idea del Presidente como una persona iluminada o profética"
Jorge Fontevecchia entrevista al prolífico escritor, crítico y ensayista.
El prolífico escritor, crítico y ensayista reflexiona sobre la identidad nacional a partir de textos canónicos que la definieron, desde el “Martín Fierro” de José Hernández hasta el “Facundo” de Sarmiento. La particularidad de su literatura es que sus personajes de ficción y sus temas de ensayo están atravesados por la historia argentina, jugando con ella, cruzando hechos y personajes, políticos y literatos, resignificándolos y transformándolos. Así como en algún momento la literatura daba forma a los políticos y viceversa, esos mismos artilugios y dioptrías sirven para analizar la política contemporánea.
En el comienzo de “Facundo o Martín Fierro”, decís: “No menos que la metafísica, la historia nacional y sus luchas eran entonces una rama de la literatura del siglo XIX, con militantes facundistas y martinfierristas luchando cíclicamente bajo nombres diferentes, porteños y provincianos, nacionalistas y anarquistas, liberales y revisionistas, gorilas y peronistas, por establecer y prescribir cuál era el libro que rige los destinos del país. Y no sería la misma sin los paisajes, por ejemplo, de ‘Facundo’, ‘La cautiva’ o ‘La tierra purpúrea’”. ¿Cuánto en la realidad es espejo de la literatura y viceversa, ¿cuánto la literatura interviene, le da sentido y modifica esa realidad?
Quizás lo primero que tendría que decir es que el título de este libro ensayo, Facundo o Martín Fierro, se inspira, cuando no, en una idea, en una frase de Borges, que allá por los años 70 se le dio por decir que si hubiéramos canonizado, si hubiéramos elegido como libro nacional el Facundo en lugar del Martín Fierro, otro sería nuestro país y mejor. Como recién se vio en la lectura, eso ya venía produciendo estos enfrentamientos, que son más complejos, porque también el argumento en el libro es que el Martín Fierro está un poco enfrentado consigo mismo. No es lo mismo la ida que la vuelta. Hay dos visiones de del país y del lugar del gaucho, de las clases populares, en el Martín Fierro. Pero a mí me interesaba, más que pensar, si nos agarramos del Facundo, nos agarramos del Martín Fierro, la premisa, la idea que está detrás. Es decir, ah, ¿importa tanto la literatura? Para los escritores obviamente es muy halagador pensar que los libros pueden de alguna manera influir y hasta, como parece proponer Borges, determinar los destinos de la patria. Pero es una idea rara hoy en día, en el siglo XIX, los políticos eran escritores y los escritores eran políticos. Un político que no interviniera literariamente, y hablo de literatura, no hablo solo de discursos o artículos periodísticos o discursos en el Congreso, que también los daban, por supuesto, el mismo José Hernández, entre ellos, se creía mucho. De hecho, nuestra literatura, podríamos pensar sin equivocarnos demasiado, surge como respuesta a un problema político que era Rosas, Echeverría, Alberdi, Sarmiento.
Dejame ir a la cita que mencionabas recién de Borges, él proponía que la literatura moldea de alguna manera la identidad de una nación, “una curiosa convención ha resuelto que cada uno de los países en su historia y en sus azares ha dividido fugazmente la esfera en un solo libro clásico”, dice Borges en el prólogo de su antología de “El matrero”, de 1970, y nos da a renglón seguido una lista de autores de libros nacionales, Shakespeare en Inglaterra, Goethe en Alemania, Cervantes en España. Y él concluye, “en lo que se refiere a nosotros, pienso que nuestra historia sería otra”, como vos acabas de decir, “y sería mejor si hubiéramos elegido a partir de este siglo al ‘Facundo’ y no a ‘Martín Fierro’. ¿Creés que hoy es aplicable esta idea de Borges de que los libros podrían modificar nuestro futuro, podría haber libros actuales que modifiquen nuestro futuro o la cultura es algo que se forma al inicio de una nación y no puede ser luego modificada? Ni Shakespeare ni Goethe fueron al inicio de ninguna de estas dos naciones.
Los inicios literarios hay que pensarlos también, son un poco míticos. Digo, la literatura inglesa empieza primero como literatura anglosajona. Hay un poema muy importante, el Beowulf, escrito en anglosajón. Pero después vienen Los cuentos de Canterbury, de Chaucer. Pero Inglaterra de alguna manera elige o es elegida por un autor de una potencia casi infinita como Shakespeare, al punto de que todavía hoy se sigue representando en todo el mundo y ha llegado al cine incontables veces. Los inicios de nuestra literatura en realidad literariamente no son tan geniales. La cautiva es un poema muy interesante, pero no es gran literatura. Esto aparece con el Martín Fierro, aparece con Sarmiento. Por supuesto que hoy en día si tenemos que decir cuál es el autor nacional, estamos más cerca de decir que es Borges, que es el que más aparece y más peso tiene en nuestro presente. Ahora el tema, volviendo a lo que hablábamos antes, es que en el siglo XIX los políticos no solo leían literatura, sino que hacían literatura, y uno pensaría bueno, para que la literatura pueda influir a nivel político, haría falta que los políticos lean, cosa que es bastante poco habitual, no es que no suceda.
Y que escriban.
Y que escriban ya... Ahora, también es cierto que la literatura y sobre todo los grandes clásicos no llegan únicamente a través de un canal único, que es el libro en manos del lector. Está el cine, están las series de televisión, están las recreaciones en otros medios, en historieta, en cómic, en artículos periodísticos. O sea, son obras que justamente tienen esa capacidad de llegar a través de muchísimos medios. Por algo Borges decía que un clásico, uno cuando se acerca a él, ya lo conoce de alguna manera. Toda lectura es una relectura, porque estamos hechos de eso, aunque no lo sepamos, y aunque muchos quieran negar hoy en día la importancia de la literatura, de la cultura en general, junto con la investigación científica y la educación pública, etcétera.
En ese planteo, “Facundo” o “Martín Fierro”, o cada uno de los planteos que mencionabas, porteños, provincianos y que se repetían, Nicolas Shumway habla de ficciones orientadoras, y decía que una de las grandes ficciones orientadoras de todas nuestras naciones es la idea de pueblo, y el pueblo como tal no existe. ¿Coincidís en que el pueblo es el argentino, ese pueblo gaucho que fue domesticado por un hombre blanco europeo y que a veces se rebela y vuelve a la montonera?, ¿cómo toma la literatura el concepto de pueblo?
Ahí me parece que también es un buen momento, ya que hablábamos del origen del título y de la idea rectora de este libro, Facundo o Martín Fierro, que es pensar un recorrido por la literatura argentina, ya no únicamente pensando en qué importancia literaria tuvieron o en qué manera influyeron sobre otras obras, sino pensando, suponiendo que los libros tuvieran la capacidad de influir sobre nuestra realidad, qué libros parecen más significativos, parecen haber, de alguna manera, generado situaciones como las que hemos pasado. Por ejemplo, para hablar de Los siete locos de Arlt, yo recurro a este libro de Jacobo Timerman, Prisionero sin nombre, celda sin número, que acá inicialmente se publicó bajo otro título, El caso Camps, punto inicial, donde propone que de alguna manera la Argentina de los tiempos, sobre todo del tercer gobierno de Perón, pero más desde la época de Isabelita y López Rega, estaba copiando las ficciones de Arlt. Entonces, esta idea aparece cada tanto. Con respecto, ahora puntual a tu pregunta, Jorge, la idea de pueblo, iba a decir que es significativo que Borges empieza a criticar al Martín Fierro, que siempre había elogiado incluso por sus aspectos, podríamos decir más bárbaros. Empieza a decirlo cuando se ve justamente la posibilidad cada vez más cercana de un regreso del peronismo al poder. Y él siente que el Martín Fierro ha sido de alguna manera capturado, cooptado por el peronismo que vería en el Martín Fierro una cierta idea de pueblo, que quizás podemos pensar, para simplificar, es la que se presenta en una película como Los hijos de Fierro, de Pino Solanas. Es interesante el Martín Fierro, porque nunca perteneció a un solo bando. El Facundo de alguna manera es un libro que pertenece a un sector de nuestra política, y se va renovando, pero siempre está de un lado, por decirlo en términos más simples, nunca el peronismo hizo suyo al Facundo. En cambio, al Martín Fierro se lo tironean de todos lados prácticamente. Ahora ya no tanto, porque ahora la literatura no parece ser de ningún interés para el actual gobierno.
Volviendo a Borges, decís que lo vio más claro que nadie cuando localiza la escena primaria de la literatura argentina en un ensayo titulado “Nuestro pobre individualismo”, posiblemente la más lúcida que se han escrito en la relación de nuestra literatura con nuestra identidad. Y me quedo con pobre individualismo en un momento en el que la política argentina con Milei rescata el individualismo ya no como egoísmo, sino como virtud, ¿cuál es el pueblo de Borges y cuál es la relación de los argentinos, la literatura y el individualismo, y si encontrás alguna relación con el presente de un actual presidente que exacerba el individualismo al paroxismo?
Es una cuestión compleja porque Borges rescata esta idea que él encuentra en el Martín Fierro, sobre todo en la escena clave de alguna manera, que yo propongo un poco juguetonamente, la llamo la escena primaria de la literatura argentina, que es cuando Cruz, el sargento de policía, se da vuelta al ver el coraje con que pelea Martín Fierro, y al verse reflejado, ya esto lo elaborará Borges en uno de sus cuentos, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz en Martín Fierro y siente que de alguna manera está más del lado del rebelde, del renegado, que de la ley. Tengamos en cuenta que la gauchesca se construye como la oposición entre el pueblo y la ley, entre el pueblo y el Estado. Y ojo, es interesante eso, no entre el pueblo y los terratenientes. Con el Martín Fierro y la gauchesca en general, con los estancieros no se mete. De hecho el gaucho y el patrón están rebién, es casi una arcadia el Martín Fierro hasta que aparece el juez, la policía, el ejército. Entonces ya ahí tenemos un principio de lo que podríamos llamar un antiestatismo, un anarquismo. Y recordemos que la palabra ‘libertario’ originalmente era de los anarquistas, también ha sido apropiada.
El Presidente se define como anarcocapitalista, ¿decís que podríamos encontrarnos un momento en que Milei coopte el “Martín Fierro” para sí?
Primero tenemos que saber si lo leyó o si por lo menos le cuentan el argumento. Pero Borges veía en este ensayo, que se escribe en momentos inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, un antídoto este individualismo argentino que desconfía del Estado, de la ley, que pone las relaciones personales y la amistad, no el egoísmo, en primer plano. Hay una idea de solidaridad personal en el Martín Fierro que Borges rescata, que no tiene nada que ver con este individualismo egoísta del sálvese quien pueda, que me parece que es lo que está imperando acá, desde el Gobierno, no hablo de toda la sociedad. Y en muchos lugares del mundo. Y Borges lo veía como una especie de antídoto contra el fascismo. Él menciona el fascismo, menciona el comunismo, no menciona, pero es obvio que está aludiendo al naciente peronismo. Pero por eso, esto es un ensayo anterior, después, en los años 70, de alguna manera se resignará (Borges) diciendo, al final la batalla por el Martín Fierro la ganaron los peronistas, así que tenemos que soltar el Martín Fierro y agarrarnos de Sarmiento y del Facundo. Después hubo intentos también de rescatar la tradición gauchesca desde los movimientos anarquistas, pero que nuevamente, si bien había una corriente individualista y otra más colectivista en el anarquismo, la idea de constituir al gaucho rebelde un poco como modelo o ejemplo para integrar a los inmigrantes que venían, muchos de ellos con ideas políticas fuertes, socialistas, anarquistas, también se intentó a principios de siglo. Con lo cual hay toda una serie de tradiciones, que luego son apropiadas y resignificadas muy selectivamente.
Comentábamos antes de comenzar la entrevista la posibilidad de que existiera un personaje que pudiera asociarse con Milei en la segunda parte de “Las Islas”, me gustaría que compartieras con nuestra audiencia cómo se te ocurrió, y si luego, cuando apareció Milei dijiste, esto es parecido a lo que yo había imaginado, y te preguntaste cómo te lo imaginaste.
Sí, aparte me preocupé y algunas personas ya me lo han echado en cara. Como yo promociono tanto esta idea de que la vida copia al arte, o la realidad política copia a la literatura, que es un poco la tesis que propongo, medio en serio y medio en joda, en Facundo o Martín Fierro, ahora pensé: ay, a ver si todavía son mis ficciones las que están produciendo...
“Y yo soy culpable”.
... de estos hechos. Claro. Tendría que muy brevemente mencionar que para que quienes quizás no lo sepan mi primera novela, Las Islas, si bien es conocida como una novela sobre la Guerra de Malvinas, y lo es en buena medida, también es una novela que transcurre en el año 92, a comienzos del menemismo, nuestro primer experimento neoliberal del siglo XX.
Diez años después de la Guerra de Malvinas.
El protagonista, Felipe Félix, es excombatiente de Malvinas, pero también es un hacker y especialista en computadoras, informática.
Que en esa época era algo absolutamente desconocido.
Absolutamente. Es más, insisto, yo le di internet a la Argentina, o sea puse internet en el 92, en las islas todavía no teníamos. Y también fundé Puerto Madero. Estoy esperando el reconocimiento. Pero sí, era una novela que...
Me quedé pensando, no había e-mail. Creo que el e-mail empezó en el 96, 97.
Internet eran todavía algo muy restringido, para instituciones educativas o redes más reducidas. Pero yo estaba leyendo sobre el tema, había estado en Estados Unidos. O sea, ahí no estoy invocando ningún don profético, simplemente adelanté un poquito lo que ya se sabía que iba a venir. Y en esta novela que es Las Islas, treinta años después, que también para situarla siempre en fechas que sean un poco simétricas, la situé en 2022, con lo cual ya está quedando en el pasado, también trato de hacer de alguna manera algo parecido.
Tiene algo parecido, es después de la pandemia.
Claro. Escribí un libro de ensayo sobre la pandemia o las pandemias y las epidemias en literatura y cine, que es mi enfoque. Lo mencionaste, Siete ensayos sobre la peste y ahora también imagino en la nueva novela que se va a titular Tamerlán desencadenado, Tamerlán es como el villano de Las Islas que aparece en otras novelas mías, que es un empresario de estos megalomaníacos y muy vinculados...
Un Elon Musk, por ejemplo.
Algo que también digo, y hay una pequeña prueba en Las Islas, lo que demuestra que no estoy inventando, una de las inspiraciones o de los modelos para Tamerlán, en el año 92, cuando empecé a escribir Las Islas, fue Donald Trump, porque ambos son empresarios de negocios inmobiliarios. En un momento de la novela Tamerlán menciona a Trump, y ahora estoy bastante fascinado con Elon Musk, no solo por su poder económico y sus vínculos con el poder político, sino porque me interesa una cuestión en particular que también estoy explorando en la nueva novela, ¿por qué la iniciativa de la carrera espacial ha pasado de manos de los Estados a los megamillonarios? ¿En qué están pensando? Cuando Elon Musk pone tanto énfasis en el desarrollo de sistemas de propulsión, y esta idea de llegar a Marte y colonizar Marte. Y una idea que estoy explorando, habrás escuchado una frase que se repite un poco como humorada, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Yo creo que estos megamillonarios lo están tomando esto muy literalmente, como que el mundo se termina, el planeta Tierra se termina, los recursos se están agotando, que es un poco la realidad que está en la base de todos estos movimientos de ultraderecha y esta promoción del egoísmo, que es pasar, si querés hablar en metáforas, de la metáfora de la nave tierra donde estamos todos embarcados y o nos salvamos todos o nos hundimos todos a se hunde el Titanic y hay pocos botes. O sea que algunos se van a hundir y otros se van a salvar, y este es el discurso de las nuevas derechas. Pero también esta idea de si el mundo se agota, vamos a otro mundo, el capitalismo puede seguir más allá del fin del mundo. El vínculo tan fuerte que hay ahora entre el desarrollo de los grandes capitales y la colonización espacial, más allá de que sea viable o no, pero es como el sueño de decir , ya el planeta Tierra está jodido, dejemos que termine de reventar y vamos a otro. Estoy hablando de una novela casi de ciencia ficción.
Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil AM 1190.
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