Apenas tres años antes, la fórmula que encabezó junto a José Evaristo Uriburu había triunfado sin mayores inconvenientes. El nuevo gobierno formó parte de la llamada “república conservadora” o “república oligárquica” que incluía como uno de sus componentes centrales el fraude electoral.
Las elecciones se realizaron bajo el método de “voto cantado” y sólo participó el dos por ciento de la población.
La llegada al poder político de ambos candidatos fue producto de diversos acuerdos que incluyeron el desplazamiento de Roque Sáenz Peña, nada menos que el hijo del nuevo presidente.
En ese momento, dentro del Partido Autonomista Nacional surgió una facción, denominada “modernista”, que reivindicaba la gestión de Juárez Celman. Se oponían a la política de conciliación que intentaban llevar adelante Julio Roca y Carlos Pellegrini, quienes habían pactado con Bartolomé Mitre, líder de la naciente Unión Cívica Nacional, otorgarle la candidatura presidencial del PAN a cambio de que aceptara un vicepresidente leal a ellos.
Contrarios al acuerdo, los modernistas decidieron candidatear a Roque Sáenz Peña, hijo de Luis. Para evitar la competencia en la elección, Roca y Mitre propusieron a Luis Sáenz Peña, obligando a su hijo a declinar su postulación dejando habilitado el triunfo de su padre.
Luis Sáenz Peña asumió en un país signado por la crisis económica y política que se había desatado en 1890. La expectativa era que el nuevo presidente trajera el orden y terminara con los conflictos internos.
No obstante, toda su presidencia estuvo signada por levantamientos armados en numerosas provincias. La ruptura de la coalición entre roquistas y mitristas, que le había permitido llegar al poder, dejó a Sáenz Peña sin base política propia.
A esto se le sumó la falta de rumbo presidencial evidenciada en los doce gabinetes que se sucedieron en apenas dos años y medio de gestión. En ese contexto, el presidente dio un giro inesperado al ofrecer la jefatura de gabinete a uno de los líderes de la revolución de 1890: Aristóbulo del Valle.
Si bien Del Valle invitó a los radicales a formar parte del gabinete, éstos rechazaron la oferta y desconocieron la legitimidad del presidente, al tiempo que defendían su derecho a levantarse en armas frente a un régimen que caracterizaban como despótico.
Así fue como, a pesar de la asunción de Del Valle, los radicales iniciaron nuevos estallidos revolucionarios en San Luis, Santa Fe y Buenos Aires. Del Valle, por su parte, mostró resistencias a intervenir las provincias sublevadas y generó descontento en el Congreso. El presidente le soltó la mano y, finalmente, tuvo que presentar su renuncia.
Su sucesor, Manuel Quintana, intervino las provincias sublevadas y declaró el estado de sitio. Los alzamientos, sin embargo, no cesaron y también tuvo que dejar su cargo en el gobierno.
Finalmente y por falta de apoyo político, Sáenz Peña terminó renunciando, dejando a Uriburu en el sillón de Rivadavia y pasando a la historia como uno de los presidentes más débiles que gobernó Argentina.
El 23 de enero de 1895 Luis Sáenz Peña renunció a la presidencia de la República Argentina.
La historia también es noticia. Radio Perfil.
Guión de Javier Pasaragua. Locución de Pita Fortín.
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