Thursday 25 de April de 2024
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Rolando Costa Picazo: traducir hasta el confín del sentido

PODCASTS | Por Elisa Salzmann  | 10 de March 15:34

Dice Rolando Costa Picazo en la introducción a su última traducción, el Ulises de James Joyce: “Joyce escribió Ulises entre 1914 y 1921. La línea argumental es simple: la historia de un solo día, el 16 de junio de 1904, en Dublín, la ciudad donde había nacido y se había educado, y que había abandonado. Eligió esa fecha por ser la del día en que salió a caminar por primera vez con Nora Barnacle, con quien compartiría el resto de su vida, y pensó en usar la Odisea como paralelo estructural. Sería una guía para poner en un plano de igualdad lo heroico y lo cotidiano. Los tres personajes principales, Bloom, Stephen y Molly Tweedy, se corresponderían, de modo burlesco, con los tres de la Odisea, Ulises, Telémaco, y Penélope, que sirven de arquetipos o modelos, con unos pocos rasgos o características similares.”

Esta nueva traducción, nos invita a una relectura ya que como leemos en la contratapa de la edición de Edhasa “la traducción de una obra maestra siempre es un desafío superior. En el caso de Ulises este desafío es aun mayor. Para escribir aquello que todavía no estaba escrito, James Joyce llevó el lenguaje al confín de su sentido. Rolando Costa Picazo hace justicia al talento de su autor, y nos permite leer en castellano sus hallazgos y su prosa inimitable.”

En el capítulo 8, Los lestrigones, Leoplod Bloom se pasea por Dublín, cruza el río Liffey, alimenta a las gaviotas, piensa en Molly y rememora un momento feliz con ella, entra en un restaurante y se siente asqueado por la orgía del comer que allí contempla,una escena propia de los lestrigones. David Daiches en su estudio sobre Joyce dice que el gran protagonista es la ciudad, y como gran voyeur durante ese famoso día - Bloomsday- el lector acompaña a Bloom en su recorrida.

Traduce Rolando en la página 416, del octavo capítulo: “Su sonrisa se dibujó mientras caminaba; una pesada nube escondía el sol despacio ensombreciéndose. La orgullosa fachada de Trinity. Los tranvías pasaban entre sí, en el centro, en las afueras, haciendo sonar la campanilla.  Palabras  que marchan, que vuelven: tranvías que salen, que vuelven. Esos dos locos deambulando. Dignam llevado al cementerio. Mina Purefoy con el vientre hinchado en una cama gimiendo para que le saquen un bebé. Uno nace cada segundo en alguna parte. Otro muere cada segundo. Desde que alimenté a las aves cinco minutos. Trescientos pararon las patas. Otros trescientos nacidos, a quienes les lavan la sangre, todos lavados en la sangre del cordero, gritando ‘maaaaaa’.

Una ciudad entera que pasa, otra ciudad entera que llega, que también pasa: otra que nace, que muere. Casas, filas de casas, casas, millas de pavimento, ladrillos apilados, piedras. Cambian de mano. Este propietario, aquel. El arrendador nunca muere dicen. Otro ocupa sus zapatos cuando le llega el aviso de desalojo. Compran la propiedad con oro y todavía tienen todo el oro. Hay una estafa en alguna parte. Amontonados en ciudades, desgastados era tras era. Pirámides en arena. Construidas con pan y cebollas.  Esclavos. Muralla china. Babilonia. Quedan grandes piedras. Torres redondas. El resto escombros, suburbios desparramados, construidos a la carrera. Las casas hongo de Kirwan construidas de brisa. Refugio para la noche.”

La nota 1353 dice que pan y cebollas era la clásica dieta de los esclavos y la nota siguiente dice que piedras y torres redondas es lo que queda de la arquitectura de la Irlanda prehistórica, quizás de la Edad de Bronce.

Muchas torres redondas siguen en pie, ejemplos de los monasterios irlandeses anteriores a los normandos o atalayas usadas como refugios en la época de las invasiones escandinavas.  La última nota a esta edición es la 6379.

por Elisa Salzmann 

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