En su nueva columna “¿Qué nos pasa con lo que está pasando?”, la psicóloga Guillermina Rizzo (Mat. 79.901) analiza el rol de la comparación en la construcción de la autoestima.
¿Por qué tendemos a compararnos? ¿Desde cuándo lo hacemos? ¿Es siempre dañina la comparación o puede ser también una herramienta de crecimiento personal?
Desde el momento en que un niño se reconoce por primera vez frente a un espejo, comienza a construirse una imagen de sí mismo en relación con los demás. Rizzo recorre este proceso clave del desarrollo emocional y cómo los vínculos, las palabras, los gestos —incluso las omisiones— moldean nuestra identidad.
Apoyándose en teorías como las de Freud, la psicóloga explica cómo nace el “yo ideal” y de qué manera las comparaciones constantes pueden fortalecer o erosionar la autoestima. Etiquetas como “el inteligente”, “el vago”, “el deportista” son ejemplos de cómo, muchas veces sin querer, la sociedad nos encasilla y condiciona.
Comparar no siempre es negativo, señala Rizzo. Puede ser una plataforma para el crecimiento, siempre y cuando no se vuelva una fuente de inseguridad crónica que paraliza y nos desconecta de nuestras verdaderas capacidades.
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