Friday 26 de April de 2024
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Qué me contás: “¡Lanata Presidente!”

PODCASTS | Por Edi Zunino | 22 de June 12:33

El de “reidor” es un oficio extraño, porque parece divertido, pero, en realidad, tengo la obligación de afirmar que no lo es. Reírse por obligación, o sea, por contrato…, quiero decir: tarifar la risa llegando al punto de organizar sindicalmente a los “reidores”, a los trabajadores de la risa, desnaturaliza uno de los reflejos más distintivos de los seres humanos.

Siempre hubo un mercado de la risa. Digo, eso de pagar una entrada antes o tirar algo a la gorra después para que alguien nos haga reír. Pero el trabajo de “reidor” (que, aclaro, es un trabajo digno) vino a invertir la carga de la prueba y el que se ríe se lleva una porción de las ganancias. El “reidor” es público ficticio. Apariencia de éxito. Es un extracto industrial de diversión.

En esta nueva temporada por El Trece, Jorge Lanata tiene “reidores” que le festejan cada ocurrencia del monólogo, que ayer ya ocupó casi todo el programa, como dejando en evidencia que la apuesta pasa más por la interpretación de un capocómico informado que por la investigación periodística (aunque el producto se sigue llamando “Periodismo para todos”, PPT).

Claro, antes tenía público real en vivo y se paraba frente a ellos como en un viejo teatro de revistas… Antes no había coronavirus en las partículas salivales de los que hablan para allá y los que se ríen para acá. Así que, ahora, Lanata sale aislado desde una “caja” que construye una metáfora minimalista y muy cool de la cuarentena, sin gente cerca y con “reidores” grabados.

Tomémoslo como un homenaje a Tato Bores, a Minguito o a Juan Carlos Calabró por parte de quien se ve obligado a competir con programas de entretenimiento como el de Marley y su hijito Mirko o los cocineros de “Bake off Argentina”. Igual, recordemos que Lanata llegó a ir solito al Teatro Maipo a competir con nadie. Es un personaje. Invirtió mucho trabajo en construirlo. Y hay dos máximas que siguen funcionando en el ambiente: “La tele es así” y “Lanata es Lanata”.

A Jorge Lanata, como a cualquier figura televisiva, le gusta ganar. Pero no le gusta tanto como no perder… Tal vez hoy por hoy sea ése el único detalle que lo identifique con el pibe de barrio que fue.

La cuestión es que viene perdiendo, por poco, pero pierde con los cocineros rimbombantes y llorones del reality de Telefe. Tanto le importa no perder, que se juega entero por echarle la culpa de todo a una conspiración kirchnerista en redes sociales para que la militancia sintonice en masa el canal de las pelotas para arruinarle la noche del domingo a él. Ayer volvió a perder, pero subió casi hasta los números del estreno: hizo 12.3 de rating, contra 13.6 de “Bake off…” y le ganó a Marley-Mirko, que hicieron un pelito más de 10.

Le puso todo a la pelea, durante la semana previa y en el aire. Más desenfreno que nunca. Más descalificaciones sin sustancia. Más adjetivación que argumentos para calentar a la hinchada opositora y volver a pelear el podio de su lado clarísimo de una grieta que vuelve, también gracias a él. Construir audiencia, en realidad, es saber agruparla. Y eso requiere altas dosis de demagogia, agitando más pasiones que razones.

Me pareció genial cómo Lanata supo reinventar y agregarle valor a un género en cuyos orígenes se fusionan los aportes de Bernardo Neustadt y Chiche Gelblung. Me hace ruido verlo ahora como líder intelectual de un género heavy apuntalado, desde atrás, por Eduardo Feinmann y Baby Echecopar.

Ayer, Lanata se superó a sí mismo gracias a un anti-estatismo errático y sin sustancia. Dijo que nadie votó a un Estado omnipresente pero que nada se puede sin el plan que nos debe el Estado. Y también se ganó con respecto al domingo anterior, pegándole a la cuarentena con dardos insidiosos al pasar contra la Fundación Huésped que comanda Pedro Cahn, acaso el científico con mayor prestigio de los que asesoran a Alberto Fernández.

Lo acusó de asesorar empresas en el armado de protocolos para que el personal vuelva a trabajar en condiciones sanitarias sustentables, y de cobrar honorarios por eso. Un rato antes había defendido la actividad privada. Cosa que hace siempre, porque jamás hace nada gratis.

Pregunté en Huésped si querían hacer algún comentario. Uno de sus principales referentes me dijo por chat:

-No vamos a responder, pero es realmente detestable.

Otro sólo respondió:

-¡Lanata Presidente! -sin “reidores” a la vista.

por Edi Zunino

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