Friday 26 de April de 2024
Perfil

Por qué Máximo Kirchner entró en Modo Carrió

PODCASTS | Por Edi Zunino | 01 de February 10:39

En agosto del año pasado, cuando se dio cuenta de que se podía perder elecciones mucho antes de lo previsto, el kirchnerismo actuó su primera crisis dentro del Frente de Todos, se presentaron renuncias en masa y La Jefa logró imponer algunos cambios de ritmos y de figuritas. El próximo jalón del conflicto fue el tratamiento del Presupuesto 2022, cuando Máximo Kirchner hizo una pataleta de hijo malcriado y la sesión se desbarrancó en el desacuerdo. Con el diario del lunes, deberíamos concluir que aquella chinche fue el anticipo de este portazo a la presidencia del bloque de Diputados, que sobreactúa la discordia por el entendimiento con el Fondo Monetario Internacional.

¿Está roto el oficialismo? La respuesta es que ni más ni menos que antes, porque lo que nunca estuvo fue unido a partir de bases sólidas que no fuesen volver a ganar una elección presidencial con CFK dentro de la fórmula. Quienes buscan entender qué le pasa a Máximo K o qué quiere, pueden tranquilizarse con una explicación que solo tiene un sentido didáctico: Máximo entró en Modo Carrió. ¿Qué significa eso? Fácil: que, así como Lilita funcionó en el gobierno de Mauricio Macri como dique de contención moral y ética de quienes dentro de Juntos por el Cambio cuestionaban el rumbo económico, Máximo, en tanto delegado explícito de la mamá, se planta cual pretendida reserva social del movimiento, pintándose la cara ni bien suena una alarma de ajuste. Y ajuste es lo que viene, hay que decirlo, por más que, como se promete desde la Casa Rosada, no vaya a ser salvaje.

Eso, que a priori hasta puede ser funcional a la estabilidad de Alberto Fernández, también tiene mucho de acción desesperada: el kirchnerismo ya no es lo que era: 1) le ha salido un ala súper ultra que sí está al borde del quiebre absoluto todo el tiempo y no respeta las viejas jerarquías; 2) pierde votos juveniles por derecha con Milei y por izquierda con el FIT, 3) e internamente halló en los movimientos sociales un contrapeso desde el propio peronismo gobernante a ese cierto stalinismo que se lo acusa de imponer a Máximo como estructura de mandos, junto al “Cuervo” Larroque.
Digamos que, parafraseando la vieja usanza setentista, La Cámpora privilegia su estrategia de poder por sobre la táctica de compartir gobierno. Pero eso no es una señal de fuerza, sino de debilidad, lo cual pone al camporismo más en la columna de los problemas que en la de las soluciones. Ayer dijimos en este mismo espacio que, este domingo, en una columna en Perfil, el ex BCRA macrista Federico Sturzenegger había instaurado la idea de que Alberto Fernández está “haciendo macrismo” en el tema deuda, un poco como descripción del andamiaje acordado con el Fondo, pero más como bomba hacia la interna oficial, donde los K pretenden catalizar la sensación de que “éste no es un gobierno peronista”.

Lo que viene ahora es un espinoso camino hacia el tratamiento parlamentario del pacto con el FMI, que no terminaría antes de marzo. Sugiero no ver el proceso como una simple puja entre oficialistas y opositores. Habrá que atender al despliegue de movidas transversales de todo tipo, donde cierto “centro político” que incluye a quienes creen que pueden tener grandes chances de ganar en 2023, electos o reelectos, quiere ser el motor de este proceso. A la larga, Máximo le puede estar haciendo un gran favor a Fernández. Y, por qué no, a Horacio Rodríguez Larreta o Gerardo Morales.

por Edi Zunino

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