Thursday 10 de October de 2024
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Markus Gabriel: "Veo el anarcocapitalismo de Milei como una gran contradicción"

PODCASTS | Por Jorge Fontevecchia | 24 de September 18:29

Es uno de los filósofos más destacados de la corriente acuñada como Nuevo Realismo, que se inscribe dentro de su proyecto de una Nueva Ilustración. A la edad de 29 años, llegó a convertirse en el catedrático de Filosofía más joven de Alemania. Desde 2009 está a cargo de la cátedra de epistemología, filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Bonn, y es el director del Centro Internacional de Filosofía. También es director del Centro para la Ciencia y el Pensamiento, que persigue el intercambio interdisciplinario entre la filosofía y las ciencias naturales para encontrar soluciones productivas y sostenibles a las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo. En esta entrevista, explica los errores conceptuales del neoliberalismo, la ilusión de un mundo real que produce internet, la idea de una sociedad como una cadena de ayudas y los problemas que nos trajo la posmodernidad.

¿Qué papel tiene la filosofía en la actualidad? 
La filosofía en la actualidad tiene el papel de resolver las múltiples crisis de la actualidad, en un contexto en que necesitamos de nuevos conceptos. Las soluciones de las múltiples crisis que están en este momento entrelazadas, una crisis influye en otra crisis, que influye en otra crisis en un círculo complejo, un círculo realmente vicioso de influencia poderosa. La filosofía, en cuanto teoría de la complejidad social, es en este momento la única disciplina capaz de entender la forma de la complejidad, o bien, de la hipercomplejidad de las crisis. Y en este sentido, vivimos en una época de una filosofía futura, una filosofía que sea capaz de realmente, primero, entender lo que pasa y de resolver los problemas con sus herramientas clásicas, es decir, conceptuales y normativas, es decir, éticas. 

¿Cómo definiría el Nuevo Realismo, la línea teórica de la filosofía que fundó junto con Maurizio Ferraris? 
En el contexto de la filosofía fundamental, el Nuevo Realismo consiste en dos tesis. La primera tesis es que la realidad existe, es decir, que hay una diferencia real, ontológica, objetiva entre realidad y ficción. Y la segunda tesis es que somos capaces de conocer la realidad tal y como es. La realidad no está más allá de la tentativa humana de conocerla. La realidad es algo que se manifiesta al pensamiento correcto. Y la tercera tesis, un poco más radical, es mi tesis según la cual el mundo no existe. Es decir, que la realidad no es una totalidad que engloba a todos los hechos. La realidad, en cuanto tal, es un fragmento, son partes sin un gran todo. Esa es la tercera tesis más radical de mi versión del Nuevo Realismo. 

¿Cuál es su propia visión de la posmodernidad, y obviamente, sus diferencias con la Nueva Ilustración, y qué es? 
La Nueva Ilustración es la vertiente política, ética, práctica, del Nuevo Realismo, y es la negación de la posmodernidad. Defino la posmodernidad como la cosmovisión de la realidad como ficción. En la era de la posmodernidad, la gente creía que es imposible distinguir entre la realidad y la apariencia: los fenómenos, las ilusiones, las mentiras. Por eso, las políticas de la posmodernidad, tipo Bolsonaro, Donald Trump, y en cierto sentido también Javier Milei, ni siquiera son mentiras, es otra forma, es la política del bulo. Es otra forma de política, en que la verdad ni siquiera tiene importancia, ni siquiera es mentira. En la ética de la posmodernidad la gente creía que no somos capaces de responder a cuestiones éticas, mientras que la Nueva Ilustración, define la ética precisamente como el conocimiento de los hechos morales. Un hecho moral es algo que nos debemos unos a los otros, hay algo que tenemos que hacer en absoluto. Por ejemplo, no violar los derechos humanos o luchar contra la pobreza. Estos son hechos morales. La posmodernidad negaba la existencia de estos hechos y quería reemplazarlos por estrategias políticas: mentira y ficción en vez de realidad y objetividad. La Nueva Ilustración quiere reinstalar la verdad y la realidad en el centro, en el corazón del acto político. 

Usted dice, “resulta imprescindible forjar una cooperación profunda entre las ciencias, la política, la economía, la sociedad civil, caracterizada por la confianza mutua, ¿por qué introduce el concepto de confianza, hay una crisis de confianza en la actual posmodernidad? 
Exacto. La posmodernidad no tiene confianza en nadie y en nada. Mientras que el Nuevo Realismo, la Nueva Ilustración, requiere un nuevo espíritu de confianza, como decía también el gran filósofo americano Robert Brandom, en su libro sobre este asunto El espíritu de la confianza, porque la confianza es la forma de la solidaridad entre los seres humanos. No podemos ni siquiera imaginar ser felices sin la posibilidad de confianza en la gente que nos rodea y en una situación política más ideal, futurista, la forma de la sociedad es precisamente una confianza justificada, no ideológica. Necesitamos de esta forma de confianza para superar la crisis de la competencia. En este momento los mercados sobre todo, y el trabajo en consecuencia, tienen la forma de competencia en vez de cooperación. 

Usted hace una distinción fundamental entre competencia, cooperación y autonomía, y me gustaría si pudiera ser más específico en describir cada uno de estos conceptos. 
Defino a la autonomía y la libertad como la capacidad de vivir la vida a la luz de una autoconcepción. Cada uno tiene una interpretación de su vida, de su papel en su sociedad, en la familia, en su ciudad, etcétera, varios papeles sociales. Esta autoconcepción también está siempre acompañada por una cosmovisión, ¿en qué sentido tengo un alma inmortal? A lo mejor no la tengo, quién sabe, entonces, según la autoconcepción religiosa, la gente tiene un alma inmortal. Según el concepto secular, no la tiene. Entonces, estas son partes de las autodeterminaciones de los animales racionales que somos. Ésta es la autonomía, es decir, elegir en un contexto de autointerpretación. La segunda dimensión de este tema es el concepto de la libertad social. La libertad de la autodeterminación es siempre ya social, porque la mayoría de las acciones humanas son acciones compartidas con otros. El ser humano es un animal, un mamífero prosocial, y por este hecho, gracias a la sociabilidad del animal humano, somos capaces de realizar libertad social. Libertad social es libertad de acciones que requiere la presencia del otro, como el fútbol argentino, eso es libertad social suprema en este momento. Esa es la segunda dimensión. Y la competencia es la lucha de las autointerpretaciones. Incluso en los mercados, donde gobiernan los hechos duros económicos, inclusive en estos contextos hay dos opciones, o nos liberamos uno al otro gracias a una interacción en un mercado, producir, consumir, etcétera, o destruimos al cliente, al consumidor, a la naturaleza. Entonces, la Nueva Ilustración vota en favor de la cooperación e interpreta la libertad social como la capacidad de ayudar. Entonces, veo a la sociedad como una cadena de ayuda. Uno ayuda al otro, que ayuda al otro, etcétera. Y ésta es la forma de la cooperación, que en todo caso nos guía más allá de la situación de conflicto en la que estamos en este momento en todo el mundo. Argentina tiene su problema de lucha y Alemania también, los problemas son diferentes, pero la forma del problema es la misma en todo el planeta. 

Usted rechaza toda política de identidad y dice que la emancipación verdadera debería centrarse en la diferencia y no en la identidad, ¿podría ampliar un poco más esta idea? 
Las políticas de la identidad no se basan en interpretaciones de la sociedad, dividen la sociedad en elementos, identidades. Por ejemplo, identidades sexuales, del género, de religión, identidades de la política, izquierda, derecha, etcétera. Las categorías, raza, etcétera, de la política de la identidad no corresponden a la realidad de la vida humana. Nadie es mujer u hombre, blanco o negro en el sentido de las teorías de género. Es decir, los conceptos de la identidad son malas ficciones y estereotipos. Entonces producen una imagen de la sociedad estereotipada en vez de una descripción de la realidad con grano fino. La diferencia, por ejemplo, entre personas que están sujetas a discriminaciones interseccionales, por ejemplo, mujeres, judías, negras, entonces la forma de la discriminación es diferente en varios contextos. Una mujer sufre de una forma de discriminación en un contexto, de otra forma de discriminación en otro contexto, y eso no tiene nada que ver con su estado o no de mujer. El resultado de este discurso es que tenemos que rechazar a la descripción de la sociedad en cuanto lucha de identidades, porque no corresponde a lo que hay. Hay otras categorías, de clase, etcétera, pero también hay categorías de cultura local. El tema del género es en realidad, un conjunto de temas, y este conjunto de temas, es completamente diferente en Argentina que en Suecia. La política de la identidad es en este momento nada más que una manifestación de la posmodernidad. En vez de hablar de identidad, introduzco el concepto de la política de la diferencia. Es una política de mucha más diversidad que la política de la identidad. Es una política que se interesa por las diferencias reales en sus contextos muy locales, los barrios de Buenos Aires son diferentes entre sí y la cuestión de la mujer, del hombre, de la persona trans, es diferente en todos los barrios de Buenos Aires, ni mencionar otros lugares. 

Finalmente, las limitaciones cognitivas de la mayoría de las personas llevan a simplificar y a plantear siempre polarizaciones unívocas, blanco, negro, mujer, hombre, y usted sostiene que falta un concepto positivo que capte la línea entre los polos de la polarización, algo que esté más allá de, por ejemplo, izquierda y derecha, salir de la simplificación de la polarización en cada uno de los ámbitos categoriales. 
Exacto. El mayor problema de este momento es la polarización, porque hace imposible la solución del problema del cambio climático, de las flaquezas del capitalismo global. Por eso tenemos que resolver el problema de la polarización primero, y el problema de la polarización es precisamente la simplificación total. La polarización es mala sociología, y el motor de la polarización es en todo caso, la digitalización, no es solo la estupidez de la gente, es internet que por su naturaleza simplifica los asuntos sociales. Y por eso necesitamos, en todo caso, de lo que llamo una política del centro extremo, porque ahora el centro es la emancipación. Antes era la izquierda, el tema de la emancipación, de la orientación futurista, era un tema de izquierda. Ahora es un tema de un centro que todavía no existe, no es el centro viejo.


Usted habló de filósofos japoneses, los japoneses, inclusive los coreanos, con su éxito económico, combinan mercado con Estado, el yo con el nosotros, y usted habla de un capitalismo ético como superación del capitalismo mediante el reacoplamiento de la producción de plusvalía basada en juicios de valor. O sea, un capitalismo ético que supere al neoliberal, que tiene la visión de que somos entes totalmente autónomos. Me gustaría que de la manera más didáctica posible pueda compartir con nuestros lectores de Argentina su visión. 
El neoliberalismo era la idea que el individuo, el atómico, yo, tiene sus preferencias, y la economía como ciencia era la teoría de la racionalidad del individuo, es decir, la satisfacción de sus preferencias, quiero dinero, trabajo, tengo dinero. Racionalidad. Cómo llego al dinero que quiero, o cómo llego al pan que quiero comer. Esa era la teoría de la racionalidad económica. Cada uno tiene sus preferencias, tal que la economía en cuanto ciencia y la economía en cuanto práctica, la totalidad de las prácticas de producción, es la solución de ecuaciones más o menos simples de preferencias de individuos. Solo que esta teoría es falsa, lo sabemos porque inclusive a partir de los años más o menos 90, y antes, en los años 80, había también ya modelos matemáticos que demostraban la falsedad de este concepto de racionalidad. Por ejemplo, en la economía del comportamiento, la economía de los “commons” y otras teorías económicas. Sobre todo, ya en Japón, un grande de la economía, que también era profesor en Chicago, uno de los Chicago Boys, más allá de Milton Friedman y otros, era una persona que se llamaba Hirofumi Uzawa, un gran genio matemático japonés que ya calculaba en Chicago discutiendo con Milton Friedman, los límites planetarios del capitalismo moderno, y fue uno de los primeros que publicó libros en favor de una transición ecológica del capitalismo en los años 80, muy interesante. La falla del neoliberalismo en cuanto a teoría y práctica, es que es un modelo falso del ser humano, el Homo economicus no existe. Es una ficción muy peligrosa y Japón, en este sentido, nunca fue neoliberal. Es muy interesante que Japón, después de la guerra, nunca aceptó las reformas neoliberales, es parte de su éxito. En los años 90 los grandes éxitos económicos de Japón como casi superpoderoso, que no aceptaban los modelos económicos del neoliberalismo. Argentina es un ejemplo muy claro, y Chile también, toda esta región de América Latina era un laboratorio real del neoliberalismo, y la situación que están viviendo muestra la falsedad del modelo. El neoliberalismo es una farsa. En vez de esto, en la economía contemporánea estoy trabajando con muchos economistas japoneses, pero también en los Estados Unidos e Inglaterra, hay un movimiento que se llama Nueva Economía Política Moral, estos teóricos, por ejemplo, Colin Mayer, de la Saïde Business School en Oxford, afirman que la única manera de realmente producir un profito real, es la acción ética, y son modelos diferentes. Modelos según los cuales la relación entre los individuos está cargada de valor. Entonces el valor económico, lo que tenemos que mensurar con las herramientas políticas y matemáticas, son las relaciones entre los seres humanos y no la satisfacción de las preferencias de los individuos. Y eso es realmente una revolución conceptual, una revolución casi cuántica de la economía. Además, la matemática del neoliberalismo es muy primitiva, son ecuaciones demasiado simplificadas para que funcionen. Es realmente un conjunto de errores el neoliberalismo.

Cuando hablamos del neoliberalismo hablamos de la escuela de Chicago, usted mencionó Chile, estamos hablando de los años 60, 70, 80, con el Premio Nobel  Hayek. Déjeme ir un paso antes, al fundador de la Escuela Austríaca que nuestro presidente, Javier Milei, la reivindica continuamente, a Von Mises, y ya nos vamos un siglo atrás. Una cosa son los neoliberales que prenden conservar valores del presente y otra los libertarios quieren volver el reloj para atrás, anacrónicos. 
Todavía mejor. El anarcocapitalismo, los libertarios, sobre todo Milei, es una gran contradicción. No creo que Milei sea capitalista porque sus acciones son todas acciones del Estado. Si Milei realmente creía en el poder del mercado, la anarquía de Robert Nozick, y otros, en vez de Estado, si él realmente creyera, ¿por qué está mudando el Estado, por qué es político y no empresario?, es una contradicción. El verdadero libertario no se interesa por el Estado. La destrucción de la estructura del Estado no es un acto empresarial, y por eso veo el anarcocapitalismo de Milei como una gran contradicción, porque viola las reglas del juego. Un verdadero liberal, yo también soy liberal, con mucho gusto, la libertad es el concepto central, es más importante que la igualdad. La igualdad es un resultado de la libertad. En este sentido, yo también soy liberal, pero no veo ninguna tensión entre el Estado en cuanto estructura que garantiza, por ejemplo, la función del Estado de derecho y los mercados; porque un mercado no es un Estado natural. Y la teoría del Estado y la teoría del mercado de Javier Milei son demostrablemente falsos. Ese es el problema, y la contradicción es porque es político. 

Para que haya mercado tiene que haber Estado, y no hay capitalismo sin mercado. Cuando se entrevistaba a Javier Milei candidato, él planteaba una primera fase minarquista, donde el Estado es lo más chico posible como una etapa hacia el fin del Estado, con cierto punto de contacto con lo que fue la ex-Unión Soviética, que concebía a la dictadura del proletariado como una etapa previa a la no existencia del Estado. ¿Comparten los anarcocapitalistas, como los anarquistas de izquierda, como Proudhon, la misma utopía? 
Completamente. Y esa es la contradicción de la posmodernidad, la derecha es la izquierda y la izquierda la derecha, esa es la polarización. Debemos, como decía Marx, primero como tragedia, segundo como farsa. Y eso es una farsa, pero peligrosa, es la misma lógica. Es por eso que estoy defendiendo el capitalismo ético. El capitalismo es una economía realista, es lo que estamos viviendo en todo caso, estamos en el capitalismo. Y el capitalismo tiene una gran ventaja, que superó más o menos el feudalismo, nos emancipó de la esclavitud, más o menos. Esa es la realidad en que vivimos y tenemos que defender esta libertad contra sus enemigos. Por eso veo a alguien como Milei, como anticapitalista, no está defendiendo la libertad en ninguna manera, por esa contradicción. Lamentablemente existe precisamente una coincidentia oppositorum, como se dice en filosofía, que los extremos ahora son aspectos de lo mismo. Y es por eso que el capitalismo que se presenta como el más extremo, coincide con el comunismo más extremo en su forma lógica. Eso es precisamente la polarización. 

Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil AM 1190.

por Jorge Fontevecchia

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