La CGT de los hijos de

Los que sostienen que las estructuras orgánicas del movimiento obrero no se renuevan deberían pensar mejor lo que andan diciendo. Porque se renuevan con el tiempo, incluso de padres a hijos, como en las más preciadas monarquías o en una especie de Corea del Norte anticomunista. Ayer, Pablo Moyano se recibió de “Gordo” y entró al triunvirato de la CGT en el nombre del padre junto al sanitario Héctor Daer y el barrionuevista Carlos Acuña. Fue el primer secretario general que asumió en ausencia, porque andaba con fiebre y temores de Covid. No es el único hijo de ubicado en el flamante Consejo Directivo: el panadero Gastón Frutos se quedó con la secretaría de Hacienda que históricamente manejaba su papá, Abel Frutos, fallecido hace un año con un cuarto de siglo al frente de su gremio; el otro histórico que le dejó el puesto a un heredero sanguíneo es el maquinista ferroviario Omar Maturano, que logró pasarle la posta a Sebastián, referente de la Juventud Sindical Peronista. Distinto, pero no tanto, es el caso del eterno mercantil Armando Cavalieri que, con 87 años, decidió no seguir en la CGT y lo reemplaza su delfín, Carlos Pérez, que hoy comanda la poderosa obra social OSECAC y sería el candidato del “Gitano” a sucederlo en el gremio en las elecciones del año que viene.

Además de estas particulares pautas cultural-sucesorias, ayer la CGT refrendó, por supuesto, su identidad peronista, aunque se consolidó como un ámbito reacio al kirchnerismo. El docente Hugo Yasky cuestionó con fuerza que hayan vuelto a dejar afuera de la organización a la CTA, pese a que ni bien asumido Alberto Fernández, hace dos años, se había llegado a ese acuerdo. Yasky dijo que esta conducción “es más de lo mismo”, dejando en claro que las corporaciones obreras están tan agrietadas como el país y el propio justicialismo. Todos los factores de poder internos del oficialismo y la oposición están pensando más en sobrevivir manteniendo su sartén por el mango que en hacer concesiones unitaristas de las que se puedan arrepentir. Las PASO de septiembre hicieron que cada grupo repensara su razón de ser. Todos se pusieron a la defensiva. Veremos qué pasa el domingo en las urnas y cómo repercute.
Nadie sabe cómo amaneceremos el lunes 15N. Pero, por lo pronto, esta nueva conducción cegetista es la que debería concretar junto a los movimientos sociales oficialistas la marcha a Plaza de Mayo que le prometieron al Presidente de la Nación para el miércoles 17, por el Día de la Militancia. Se sabe que los triunfos estimular y las derrotas conflictúan, así que habrá que esperar qué dicen las urnas para tener más claro de qué se tratará esa convocatoria. O hasta si se hará, si nos atenemos a ciertos estados de ánimo previos a la veda.

La nueva dirigencia sindical –nueva es un decir, obvio- dejó en expresa evidencia que está alerta por las propuestas de reforma laboral que se insinuaron durante la campaña pero nadie agitó demasiado, porque el asunto suele ser bastante piantavotos. Adjudicaron los intentos al macrismo, pero se sabe que también dentro del Frente de Todos hay quienes sostienen –como Sergio Massa- que la lógica imperante en materia laboral no da para más y hace falta un diálogo amplio y abierto para encontrar salidas que estimulen la generación de puestos de trabajo genuinos a gran escala, porque la situación social tampoco da para más. Incluso, hay quienes deslizan que los propios movimientos sociales oficialistas, que tampoco son muy kirchneristas que digamos, serían un socio inesperado de quienes privilegian la generación de empleo por sobre los envejecidos convenios colectivos. Esa sería una de las razones por las cuales los “Gordos”, aparte de seguir dejando afuera a los K, demoran y miran para otro lado cada vez que los piqueteros insisten en concretar su incorporación a la CGT. Si algo no están dispuestos a hacer los muchachos, es relegar espacios de poder.

por Edi Zunino