La joven democracia recuperada en las urnas, a cargo del Presidente Raúl Alfonsín, se veía amenazada por un grupo de militares que, conocidos como los carapintadas y liderados por Aldo Rico, se sublevaron frente al orden institucional reestablecido.
La Semana Santa de ese año, el Mayor Ernesto Barreiro desobedeció un requerimiento de la Cámara Federal de Córdoba para comparecer por violación de derechos humanos y se refugió en una unidad militar junto a sus sublevados. A este acuartelamiento se sumaron otros uniformados y civiles vinculados a la dictadura, para exigir la "solución política a los juicios militares", lo que significaba indultos y amnistías para los delitos de lesa humanidad.
El Presidente, que se encontraba en Chascomús, se instaló en la Casa de Gobierno y decidió el curso de acción al tomar tres decisiones fundamentales: no entablar negociaciones de ningún tipo con los rebeldes; convocar al diálogo a los actores políticos relevantes y llamar a la responsabilidad social colectiva de los ciudadanos para que formaran parte activa de la defensa de la democracia.
Alfonsín tenía una firme convicción: no podía haber derramamiento de sangre para lo cual desarrolló una estrategia de presión permanente, evitando que el levantamiento se expandiera. Ante la compleja situación, el domingo de Pascuas, el Presidente decidió trasladarse personalmente a Campo de Mayo, que se había convertido en el epicentro de la tensión. En esa circunstancia varios dirigentes de distintas fuerzas políticas, entre otros Antonio Cafiero y Oscar Alende, fueron a la Escuela de Infantería.
Allí la situación era extremadamente tensa porque se trataba de una unidad militar que, del lado de adentro y a la vista de todos, había oficiales uniformados, fuertemente armados, con la cara pintada y, del lado de afuera de la tranquera, una multitud civil que pretendía avanzar para exigir a los carapintadas que se rindieran. Frente al Presidente, Aldo Rico depuso junto al resto de los oficiales amotinados, su actitud sediciosa y el Presidente Alfonsín pudo volver a la Casa Rosada.
Frente a esa plaza multitudinaria, pronunció la recordada frase "La casa está en orden. Compatriotas, felices Pascuas" y ,no menos importante, "y no hay sangre en la Argentina". Durante todos esos días, millones de personas salieron a las calles y plazas de la República para compartir la defensa de la democracia.
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