Ya que Vicentin es campo profundo, déjenme que les dé un toquecito de Martín Fierro:
De los males que sufrimos
hablan mucho los puebleros
pero hacen como los teros
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otro tienen los güevos.
Tengo suficiente información para convencerme de que el presidente Alberto Fernández, a quien ya algunos destacados habitantes del peronismo provinciano empezaron a llamar “El Tero”, agita la medida extrema de la expropiación para que otros actores negocien salidas más civilizadas a la sombra de este incendio dialéctico.
Me dicen: “El Presidente no es el único que juega fuerte. Del otro lado te amenazan con otra rebelión como la 125”. O sea: no es que llegar a los extremos sea impensable; es que falta mucho para eso y el griterío transcurre lejos de la verdadera sustancia.
Fernández chilla como si fuera Cristina, pero les abrió la puerta a otros negociadores más dialoguistas, menos vistosos y aún menos kirchneristas, en este orden: Omar Perotti, gobernador de Santa Fe; Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba; y se suma Gustavo Bordet, gobernador de Entre Ríos. El Senado, donde los gobernadores pesan de manera directa, va a ser una prueba de hasta dónde llegaron esas conversaciones.
¿Qué se quiere lograr con Vicentin? Me dicen: “Algo parecido a lo que fue la Ley de Bienes Culturales de Duhalde y Kirchner en 2003, que impidió la desnacionalización, por ejemplo, del Grupo Clarín. Pero acá no está en juego el relato público, están en juego los alimentos y las divisas”. Habría que sumar un asunto no menor: hacer pie entre los acreedores productivos de Vicentin en la zona más rica del país y menos favorable al peronismo en las urnas.
Alberto “El Tero” Fernández grita por acá, pero Cristina está por otro lado. Hoy, la vicepresidenta es más adjetivo que sustantivo. Más amenaza que circunstancia. Claro que el tero, llegado el caso, es capaz de atacar: tiene unos espolones en las alas que pueden lastimar.
Después de Senadores, salga como salga, viene Diputados. Ahí los números no le dan al oficialismo, ni el oficialismo está tan abroquelado. Hoy por hoy, hay un proyecto más o menos opositor que es más o menos extraoficial: el de Roberto Lavagna, que no expropia pero le da al Estado una “acción de oro” para, por ejemplo, evitar la extranjerización de un grupo alimentario tan importante.
Claro que no está dicha la última palabra. Falta para eso todavía.
por Edi Zunino
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