El origen de la antipoesía se remonta a 1935, cuando Nicanor Parra y unos amigos fundaron la Revista Nueva en el Internado Nacional Barros Arana, en la ciudad de Santiago de Chile.
Explica años después, en 2002, Don Nicanor: “El colegio era campeón de básquetbol y fútbol, por lo que a los atletas los consideraban héroes. A mí, Jorge Millas, Carlos Pedraza y Luis Oyarzún, que formábamos un grupo de intelectuales, nos llamaban filósofos y, según los deportistas, filósofo era sinónimo de pelotudo. Se dio la clásica rivalidad entre espartanos y atenienses. Decidimos que teníamos que revertir esta situación y para ser aceptados se nos ocurrió hacer un tipo de literatura humorística, con muchos chistes y bromas, que era aceptada por ellos.... Se produjo el choque entre pedantería y vulgaridad; nosotros éramos los pedantes, ellos los vulgares, y la síntesis dialéctica entre ambos, es la antipoesía...Bauticé los Poemas y antipoemas posteriormente. Había comenzado a escribirlo en 1938, pero sólo di con el título en 1949 o 1950, en Inglaterra. Andaba rebuscando por una librería cuando me fijé en A-poèmes, libro del poeta francés Henri Pichette. ¡De modo que la calificación de «antipoema» se había empleado en el siglo XIX —aunque probablemente los griegos ya la usaran! En cualquier caso, el término me vino a posteriori; o sea, yo no escribí la obra de acuerdo con una teoría completamente articulada desde el principio.”
Nicanor Parra nació en Chillán en 1914. Fue poeta, matemático especializado en mecánica teórica, estudió Cosmología en Oxford y su obra tuvo profunda influencia en la literatura hispanoamericana.
Recibió el Premio Nacional de Literatura (1969) y el Premio Miguel de Cervantes (2011), entre otras distinciones, además de haber sido candidato al Premio Nobel de Literatura en muchas ocasiones.
Murió a los 103 años en su casa de Valparaíso, a su hermana Violeta , le dedica el poema Defensa de Violeta Parra.
En 1954 publica Poemas y antipoemas, entre cuyos títulos podemos leer Hay un día feliz, Los vicios del mundo moderno y Autoretrato, entre otros.
Considerad, muchachos,
Esta lengua roída por el cáncer:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales.)
¿Qué os parece mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué decís de esta nariz podrida
Por la cal de la tiza degradante.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -Nada.
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo para qué,
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con sabor y con olor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan,
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
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