Friday 26 de April de 2024
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Julio Navarro: "La curiosidad es un tipo de rebeldía"

PODCASTS | Por Jorge Fontevecchia | 23 de October 14:30

Su madre maestra le hacía leer en Santiago del Estero todos los días un artículo de la Enciclopedia Británica. Estudió en la universidad pública argentina y luego se fue al extranjero porque quería saber más. Hace treinta años que indaga en la materia oscura del universo. Una cuestión que parece filosófica, que hubiera atraído más a Kant que a Newton. Sin embargo, este científico argentino, que descubrió y describió algunos de sus misterios, considera que de lo que se trata es de aportar rigor, mediciones, datos verificables: ciencia. Preguntas y respuestas en el límite más profundo al que accedió el conocimiento humano.

Por esta fecha se cumplieron 36 años del Premio Nobel de Medicina a César Milstein, quien también se fue de la Argentina, y también a Cambridge; o sea, la misma universidad en la que estuviste en Inglaterra. Él se fue en 1962, asqueado de un golpe militar. Vos te fuiste al final de la primera presidencia democrática luego del 76, cuando la Argentina estaba en un proceso de hiperinflación y hasta se podría suponer que la democracia corría peligro.
Me fui a principios del 89, cuando sucedía una toma de un cuartel en La Tablada durante un gobierno democrático. Las cosas no pintaban muy bien en ese momento. Cuando me fui de Argentina, mi sueldo era de 20 dólares. La remuneración de un jefe de trabajos prácticos de dedicación exclusiva en Argentina. Me fui cumpliendo el sueño que debería ser el de todos los científicos del mundo, incluso los argentinos: irse, iniciar una colaboración y un aprendizaje y una profundización de los conocimientos en los lugares mejores del mundo. Mi plan era volver en algún momento a Argentina después de aprender más durante algunos años fuera del país. Luego, la vida me llevó por otros lugares y terminé aquí en Canadá, donde estoy ya hace 22 años. Siempre es difícil iniciarse en la ciencia en un país subdesarrollado. Pero viajar, sobre todo si es apoyado por el propio país, genera una gran cantidad de conocimiento. Si las personas se van y vuelven, enriquecen muchísimo al país. Ese tipo de políticas existían. Ahora son más complejas de financiar. Pero no dejan de ser necesarias. Todos los científicos debemos irnos del país en algún momento, para después regresar en la mayoría de los casos. 

Una imagen que quedó grabada era la de Luis Federico Leloir trabajando con su silla rota en el Instituto Campomar, instituto al que además le donó los 80 mil dólares que había ganado por el Premio Nobel. ¿Tenemos una imagen idealizada de los científicos? ¿Les pedimos un altruismo que no exigimos en otras profesiones? 
No sé si se trata de una idealización. Pero los que hacen ciencia o tratan de hacer ciencia de vanguardia en países en vías de desarrollo como el nuestro están en una gran desventaja con países como el que vivo yo, Norteamérica, Europa, Japón o Australia. Hay menos recursos. Y son no solamente escasos, sino también intermitentes. A veces hay y a veces no. Existe ese tipo de idas y venidas y vaivenes en la política científica. Se hace muy difícil a largo plazo construir, por ejemplo, un laboratorio o llevar a cabo un progreso importante en estas ciencias fundamentales. La ciencia demora mucho más que un gobierno. La ciencia es como un entorno, requiere de toda una vida. Pasé casi toda mi vida estudiando un solo tema que se llama “la materia oscura”, la materia invisible en el universo. Casi todos tenemos ese mismo tipo de obsesiones. Empezamos así con algún tema y necesitamos desarrollarlo por décadas y décadas. Si hay muchas interrupciones, eso se vuelve casi imposible. Muchos países como el nuestro sufren de esa falta de continuidad. No es el único, pero aquí también sucede.

 

por Jorge Fontevecchia

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