Friday 29 de March de 2024
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Vamos de nuevo con “Lanata o Verbitsky”

POLITICA | Por Edi Zunino | 01 de June 12:06

Y de pronto, como acá todo vuelve, volvieron los intelectuales. Ojo que no me estoy quejando: me cuento entre aquellos interesados en que el debate de ideas sea hondo y ancho, pero sobre todo alto, elevado, porque es por allá arriba de todas las pequeñeces donde se pueden encontrar los acuerdos, las síntesis, los caminos de largo plazo. En el llano del corto plazo toda curva se ve cerrada y cualquier bache resulta un gran problema.

Pero bueno, volvieron los intelectuales y volvieron partidos en dos:

• Unos, con Federico Andahazi, Darío Lopérfido y Luis Brandoni a la cabeza, salieron a plantear que vivimos una “infectadura”, o sea, una dictadura de los infectólogos. Y que la sociedad civil debe salir a “contener los avances arbitrarios y desbordes autoritarios” del gobierno de Alberto Fernández.

• Otros, entre los cuales se destacan Beatriz Sarlo, Gabriel Rabinovich y Adolfo Pérez Esquivel, prefirieron enfatizar que “la concentración de la riqueza es un problema estructural de la Argentina” y por eso estaría muy bien que se establezca un impuesto extraordinario a los más ricos para paliar los efectos económicos de la pandemia y la cuarentena.

Una parte de la academia se puso del lado de la Libertad. Otra parte se paró del lado de la Igualdad. Al viejo lema de la Revolución Francesa, madre de todas las ideas superadoras de las viejas monarquías, le está faltando una pata: la Fraternidad. Acá se grita, se pelea, se rompe… Como si saber soldar fuera cosa de flojos, cuando el secreto tantas veces es una buena soldadura.

También volvió Lanata. Y volvió a investigar Horacio Verbitsky. Ayer, en un mismo domingo, la vieja exitosa dupla del Página/12 original hicieron ruido con sus investigaciones.

Uno, Lanata, fue contra la corrupción estatal que ahora mismo se está dando con la excusa del coronavirus. El otro, Verbitsky, les apuntó a los 100 empresarios que más millones de dólares atesoraron en el exterior durante el macrismo.

Qué curioso: en las denuncias lanatistas hay presuntos culpables oficialistas y opositores. Y entre los supuestos “fugadores de plata” verbitskyanos, hay magnates kirchneristas y muy anti K.

Se puede elegir hablar de un tema o del otro, pero los dos temas coexisten y son graves. 

Yo creo que es cierto: la democracia está en problemas, pero lo está porque es una democracia de muy mala calidad. De “baja intensidad” decía el politólogo Guillermo O’Donnell hace ya más de una década y hoy está peor. Tremendamente peor. El país de los ciegos, donde el tuerto es rey, no impide el paso del tiempo. Con el tiempo, el tuerto se agarró miopía, presbicia y cataratas.

Los tuertos de un lado acusan al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, de “fascista”. ¡Qué burrada! Haber ido a la universidad para tergiversar la Historia al punto de tamaña frivolización del fascismo.

Del otro lado, aplauden a Cafierito porque dice: “Cuando todo esto pase, vamos a tener que debatir un nuevo país”.

Es otra trampa. Cuando todo esto pase, la sociedad va a querer olvidarse lo más rápido posible. Porque esto va a terminar mal, con más muertos y más pobres y más empobrecidos, y a alguien va a haber que echarle la culpa. Si los destrozos son demasiados, el bonete habrá que ponérselo a Fernández. Si al fin y al cabo no son tantos, Fernández va a empezar a buscar un turno más, lo que está igual de mal porque acá el problema es la Argentina, no Fernández.

El momento de sacar los grandes temas nunca es después… Y si no se lo hace ahora, que la población parece bastante alineada en materia nada menos que de salud pública, será porque el Gobierno pretende otra cosa, para la que le sirve más administrar la grieta que superarla...

Los desquiciados que salieron a la calle el sábado a desplegar barbarie civilizada diciendo cualquier cantidad de incongruencias le convienen a Alberto, le vienen muy bien por ahora... Por ahora. Mañana pueden quedar como vanguardia de la lucha contra otra “pesada herencia”.

El problema no es enamorarse de la cuarentena. El peor mal de un gobernante es enamorarse de sí mismo. Esa enfermedad del poder ha matado más gente que todas las epidemias juntas.

 

por Edi Zunino

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