Hay que ser optimistas. Necesitamos un futuro que valga la pena. Porque la cuarentena se viene haciendo larga y, si te la tomaste a pecho, es una dimensión bastante depresiva. Es literal: si no se puede salir, la salida se convierte en proyección. En idea. Y algo tan concreto como la puerta de calle se te vuelve poesía, se te hace metáfora. Objeto del deseo. Por qué no fobia, si cuando volvamos a usarla con frecuencia habrá que andar desinfectando el picaporte.
La gran zanahoria futurista de este momento tan confuso se llama “nueva normalidad”. Estamos yendo sin opción hacia una “nueva normalidad”, porque después de esto nada va a volver a ser igual que antes: ni la manera de trabajar ni la de saludarnos o comunicarnos o juntarnos donde sea para lo que sea. La distancia y el barbijo van a ser parte, seguro, de eso que ya se llama “nueva normalidad”.
Yo lo lamento, pero no me cierra el término “nueva normalidad”. No lo entiendo. Me da ilusión new age. Me suena a pseudo-religión. A no hay mal que por bien no venga. A siempre que llovió, paró. A palmadita en el hombro y encima palmadita en el hombro ya no vale… La “nueva normalidad” es una fórmula mágica sin ancla en la historia. Es una nueva vuelta de rosca del cortoplacismo, de la solución inmediata…
Hace dos meses, nuestro desvelo más generalizado tenía que ver con convertirnos algún día en un “país normal”. La noción de la “anomalía” o la “anomia” argentina lleva décadas instalada entre nosotros como eufemismo de fracaso por no haber sabido cumplir con el futuro maravilloso que nos debíamos por el solo hecho de ser los mejores. O casi los mejores. O por lo menos tan especiales.
Me pregunto: ¿de qué “nueva normalidad” estaríamos hablando si antes de esta pandemia deseábamos por lo menos ser “normales”?
¿Y de qué “normalidad” hablábamos cuando nos desvelaba ser “normales”? En este momento, una nación tan “normal” como Gran Bretaña está decidiendo reforzar la cuarentena estricta porque se les fueron de las manos los muertos por el Covid-19, mientras nosotros nos empezamos a desesperar por salir de la cuarentena sin haber llegado al pico de contagios ni por las tapas.
Hoy, nuestra “normal anormalidad” se va a expresar en una protesta contra “el comunismo”. Porque de golpe parece que Alberto Fernández es comunista. Y los convocantes de hoy contra “el comunismo” ponen como ejemplo de sus razones las protestas de ayer contra el hambre, protagonizadas coordinadamente por… los comunistas del Polo Obrero.
Cuando salgamos de la cuarentena vamos a ser más como antes de lo que éramos antes. Si nuestra “normalidad” era aquello que algunos ya parecen haber olvidado para encontrar nuevos culpables, la “nueva normalidad” será más de lo mismo con otros condimentos. Habría que sentarse a hablar en serio.
Columna de Edi Zunino para Radio Perfil.
por Edi Zunino
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