Anoche hasta tarde estuve chateando con alguien muy allegado al núcleo duro del Gobierno. De esa charla me quedó que, en las alturas del poder político, sobrevuela sólo una certeza: cuando esta pesadilla de la pandemia y la cuarentena pase, se van a cuantificar nada más que los destrozos.
Por más que sean los menos posibles (cosa que nadie garantiza) van a haber quedado muchos muertos en el camino, pero también muchos puestos de trabajo y, seguro, muchas empresas.
No va a importar demasiado quién fue el culpable si es que lo hubo de algún que otro error o desliz, pero lo haya o no (será cuestión de números) va a haber que dejarlo atrás como parte del problema, porque este problema que afrontamos no tiene solución, solo es un problemón que no va a tener otra cosa que secuelas problemáticas.
Cualquier clase de salida optimista que pueda venir después va a carecer de tiempo para evaluar quién hizo bien las cosas, porque así son los derrumbes: sólo dejan aliento para tratar de hacer el bien sin mirar a quién con los minutos contados.
Va a llegar un momento en que vamos a estar obligados a olvidarnos de este encierro y de las secuelas que nos deje, como vamos a tener que olvidarnos de quiénes nos llevaron a él, con razón o sin ella, con humanidad o practicidad o lo que sea.
Claro que antes de que esta pesadilla pase, todavía deben pasar muchas cosas. Estamos saliendo a llevarnos puesto el coronavirus corridos por la mishiadura. Huele feo. Venimos empatando y podemos perder por goleada y con muchos lesionados y expulsados... Una cosa es llevárnoslo puesto y otra pegárnoslo en la pera.
El sábado, Papá Alberto cedió a las presiones económicas y territoriales y dijo: bueno salgan, pero háganse cargo de cuándo, de cómo y de dónde.
Dijo: está bien, pero dejó los detalles en manos de los gobernadores y los gobernadores los dejaron en manos de los intendentes, en un peligroso tomala vos, dámela a mí.
Hace 72 horas que están todos confundidos y lograron confundirnos a todos. De golpe se acabó la claridad del protocolo y si todos creemos tener una remota idea de qué hacer es porque no tenemos ninguna idea clara.
Empezar a salir de la cuarentena es una papa caliente que nadie quiere probar primero.
Por detrás de estos dirigentes que ya saben que no les queda otra que perder del modo que sea en el mediano plazo, hay poderes para los que, mientras tanto, la muerte en masa es solo un daño colateral que debe ser asumido como en cualquier guerra o como en cualquier mega crisis.
Pero a esos eternos ganadores que nunca dicen exactamente lo que piensan tampoco les queda demasiado por ganar, porque este temporal lo primero que hizo volar fueron las caretas. Y el virus también los acecha, a ellos y a sus parientes, por más indestructibles que se crean.
por Edi Zunino
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