Friday 19 de April de 2024
Perfil

Pandemia y miseria: Una historia en Des-Arroyo

POLITICA | Por Edi Zunino | 07 de April 11:16

Ayer, minutos antes de que estallara el escándalo de los fideos, el aceite, el azúcar, el arroz y las lentejas más caros de la Argentina y buena parte del mundo, desde este mismo espacio advertíamos sobre los problemas que de repente empezó a afrontar el liderazgo paternal, tierno pero firme, del presidente Alberto Fernández.

Decíamos que, de algún modo, los previsibles conflictos de esta situación inédita y complicadísima se habían instalado en el centro del poder político a partir de lo menos pensado: el mal desempeño de altos funcionarios del Gobierno y cierta “mano blanda” presidencial para con ellos.

Todavía no terminábamos de procesar el “viernes negro” de los jubilados invadiendo sin control los bancos y ya estábamos agarrándonos la cabeza por los insólitos precios descuidados por el Ministerio de Desarrollo Social para la compra de alimentos destinados a los más pobres en medio de la emergencia.

Pasamos, sin espacio para tomar aire, de la peligrosa impericia organizativa del Banco Central y la ANSES a la descolocante sospecha de corrupción sobre quien venía siendo el ministro más “angelado” de Alberto Ángel Fernández. Hablo de Daniel Arroyo.

El currículum de Daniel Fernando Arroyo habla de un académico de prestigio internacional y de un político con experiencia, sobre todo en lo relacionado con el más enorme drama nacional: la pobreza.

Fue desde ahí que pasó a ocupar el centro de la escena en el arranque de la Gestión Fernández, que se puso en marcha con eje en el plan “Hambre Cero”.

Nadie en la dirigencia política cree que Arroyo sea un corrupto ni mucho menos. Al contrario: hubiera sido rarísimo que no encabezara el ministerio que encabeza.

Pero el gran drama de la política es que, además de ser, hay que parecer. Como en la anécdota machista de la mujer del César.

Este momento exige, como pocas veces, una clara percepción de conducción política. Y la conducción política depende, en enorme medida de la credibilidad.

El Gobierno ordenó cuarentena obligatoria, prometió ser muy firme con quienes la violaran y de hecho lo fue en miles de casos individuales. Pero el propio Estado generó la mayor concentración de ancianos por metro cuadrado y todavía no se pueden saber las consecuencias epidemiológicas de semejante despropósito.

El Gobierno ordenó un estricto control de precios y en estas horas está saliendo el decreto donde se suma a gobernadores e intendentes para que ejerzan ese poder de policía. Pero el propio Estado hace sus compras a granel con precios terriblemente más altos que cualquier súper chino.

Por impericia y por descuido (y lamentablemente habrá que ver si por la estúpida “avivada” de alguien) la credibilidad del Gobierno suma grandes moretones sin poderle echar la culpa a ningún opositor, ni crítico ni mal intencionado.

La credibilidad y el prestigio se ganan gobernando. Las palabras claras y hasta bonitas ayudan. Pero no alcanzan. Como siempre, del dicho al hecho hay mucho trecho. 

¡Qué me contás!

 

por Edi Zunino

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