Thursday 25 de April de 2024
Perfil

Ladrones de bicicletas: el insufrible fracaso del realismo sádico nacional

POLITICA | Por Edi Zunino | 09 de December 11:52

Pertenezco a una porcioncita de una generación de la clase media argentina criada, entre otras enseñanzas, en la “obligación” de ver en algún cineclub o donde se pudiera “Ladrones de bicicletas”, la película de Vittorio de Sica estrenada en nuestro país hace 70 años, dos más tarde que en la empobrecida Italia de posguerra que deslumbraba al séptimo arte mundial con su flamante “neorrealismo”, mientras los argentinos no hacíamos acá, con nuestro peronismo y nuestra Fundación Eva Perón y la “salvación terrenal de los pobres” en auge.

El argumento de “Ladrones de bicicletas” es fácil: un hombre consigue trabajo, pero necesita una bicicleta para hacerlo y empeñó la suya, así que la mujer vende las sábanas de la cama matrimonial y otros “bienes” para rescatarla y lo consiguen, pero ni bien el hombre sale a trabajar, en un descuido, se la roban, así que debe tomar la decisión de su vida… ¿Se entiende? Para no “spoilear” -porque, si no la vieron, están “obligados” a verla- la pista está en el título… “Ladrones de bicicletas”…  Otra pista, pero en boca de un emblema de la crítica cinematográfica que la vio en la función privada, André Bazin: “En el mundo en el que vive este obrero, los pobres, para subsistir, deben robarse entre ellos”.

Aquella mirada piadosa de la “pobreza digna”, la que se resuelve buscando un trabajo, nos convenció de que, a veces, robar podía resultar imprescindible, aunque no estuviera bien. Y nos volvió indulgentes, ya que, desde esa óptica, castigar a esa clase de ladrones podía resultar desproporcionadamente injusto.

El pibe de 15 años que ayer mató de un tiro a quemarropa en el cuello al armenio Dmitri Amiryan para robarle la bici en Retiro, podría ser tranquilamente bisnieto de Antonio Ricci, si el compungido protagonista de “Ladrones de bicicletas” hubiera huido de la miseria en barco para venirse a “fare l’América” como tantos compatriotas suyos. Claro que este pibe no debutó ayer en el delito (fue la quinta vez que lo apresaron sólo este año), por lo cual parece un hecho que no quería esa bicicleta para ir a trabajar, sino que, más bien, su “trabajo”, el único posible, tal vez, para él, se basa en el ejercicio de la violencia.

El Caso del Ciclista Asesinado vuelve a abrir el debate sobre la imputabilidad o no de los menores en la Argentina.

La ex de Dmitri Amiryan, con quien tuvo un hijito que recién cumplió dos años, dijo ayer con estatura cívica que “el problema de fondo es qué hace un chico de 15 con un arma, cuando debería estar en la escuela, jugando a la pelota o paveando con los amigos”.

Dio en el clavo: el asesino es, seguro, tercera o cuarta generación de pobres, para quienes la pobreza ya ni siquiera existe como asunto a resolver. En esa dimensión así es la vida, como así es el odio y como así es salvarse quien pueda ya no como acción, sino como convicción íntima, como acto reflejo. Como ideología, si se quiere. Ese pibe es uno del 65% de los menores de 17 que subsisten por debajo de nuestra raya maldita. La cifra espanta. Entre otras cosas, porque habla de un futuro antisocial, insolidario y violento si no se ataca de lleno la pobreza como un problema de todos, no sólo de “ellos”.

Desde luego, eso, de hacerse, llevará tiempo. Mucho tiempo. Y esa misma viene siendo hace décadas la excusa para no hacer nada, ni ahora ni a la larga, salvo para estar peor. Esta vez, al entretenimiento de si estamos de acuerdo con los opositores facilistas que piden más imputabilidad y los oficialistas paralizantes que piden “no estigmatizar”, se agrega un condimento extra: la polémica está instalada dentro de la propia coalición gobernante, con el “duro” Sergio Berni de un lado y la “endeble” Sabina Frederic del otro.

Mientras ellos hacen campaña para afuera y para adentro, y todos por la tele, la realidad continúa más allá de ellos. Es acumulativa. Como la temperatura del agua en las ollas a presión. Propongo una idea desagradable, aunque, acaso, muy necesaria: nuevas reglas y nuevos penales para jóvenes delincuentes a los que, en vez de unidades carcelarias, los llamemos “Monumentos al Fracaso”, y trabajemos para vaciarlos cuanto antes fabricando, de una buena vez, oportunidades que valgan la pena de hacer las cosas bien.

 

por Edi Zunino

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