Wednesday 24 de April de 2024
Perfil

Fase 3 (Parte II): responsabilidad individual o sálvese quien pueda…

POLITICA | Por Edi Zunino | 16 de July 12:29

 

Digámoslo sin miedo a equivocarnos o a pasar por gorilas o a que diga lo que diga el qué dirán: el peronismo es, en gran medida, un relato. Sin esa “épica de las circunstancias” que siempre se las arregla para encastrar al menos con algún gancho perdido de la historia, el peronismo sería, seguro, una cosa muy distinta a la que, al final, siempre nos termina convocando.

Reconozcamos el talento que hace falta para esa construcción de sentido, tan útil para la construcción de poder (y para la cual resulta tan necesaria una audiencia predispuesta). Pero también sepamos identificar sus límites e incluso sus tremendos perjuicios y desventajas, probadas por la experiencia: los líderes peronistas han caído con frecuencia en el contrasentido de confundir sus relatos, andamiados en sus propios intereses, con la realidad completa.

Digamos, también, que el antiperonismo se ha encerrado en eso, en el anti, y como sólo supo durar en el poder con golpes militares, aún hoy, que ya tuvo un presidente civil que acabó su mandato, le cuesta convencerse de su propio contra-relato republicano y democrático.

Alberto Fernández llegó a la presidencia gracias a Cristina Kirchner y, a la vez, a pesar de ella, porque hizo la diferencia con un discurso moderado, conciliador y de unidad nacional. En términos políticos, la pandemia le vino como anillo al dedo: un drama mundial en medio del drama planetario del capitalismo salvaje, en la Argentina te abre la chance cultural de creerte un Perón, que en el caso de Alberto sería un simbólico Perón-Alfonsín-Néstor.

Se dio el gusto -y el lujo- de conducir al país entero con gobernadores e intendentes bajo el paraguas de prestigiosos científicos de la medicina y el discurso franciscano de la salud por sobre la economía.

Llegó a pisar un 90 por ciento de popularidad en las encuestas con esa mezcla tan peronista de ciencia y magia, pero chocó de frente con esta Argentina hecha puré por lo paupérrima y por lo dividida. En dos meses de prudente encierro ciudadano, la popularidad empezó a flaquear y hoy, a 120 días de definir la cuarentena, de aquel 80 y pico se cayó al 50 y poco, y volvió a estallar la grieta, incluso dentro de las coaliciones oficialista y opositora.

Esa división lo beneficia a Fernández. Nadie tiene la menor idea de qué hacer y, a pesar de que él tampoco, alguien tiene que mandar. El tema es que muchos de “los otros” -propios y extraños- esperan que sea el Presidente quien pague los costos de la mayor pobreza y la suba exponencial de infectados y sobre todo muertos que, al parecer, está llegando.

La realidad económica y social y, al cabo, la política termina imponiéndose a la lógica hiper sanitaria, curiosamente en el momento menos indicado. Faltan las puntadas finales para dibujar cómo será esta vuelta a la Fase 3 de la cuarentena, con más circulación de gente y por ende del virus por todas partes.

Sea como sea, se va a hacer mucho hincapié en la responsabilidad individual, social o ciudadana de las personas. Y habrá que ponerse las pilas en practicar cotidianamente lo aprendido en todo este tiempo, que fue de entrenamiento en el uso de tapabocas que se usan mal en muchísimos casos y respeto a una distancia profiláctica tan anti cultural. Depende de nosotros evitar un sálvese quien pueda. O quien decida un médico de guardia, donde mueren las palabras.


 

por Edi Zunino

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