Wednesday 24 de April de 2024
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Estallido policial: lo que nadie quiere decir sobre La Bonaerense

POLITICA | Por Edi Zunino | 09 de September 12:00

De pronto, el antiperonismo político y mediático entiende los reclamos sindicales, los justifica y los apaña casi hasta las lágrimas. Transitan peligrosamente la coyuntura, porque no está bueno que la policía proteste en masa, ni que esa masa cuestione la cadena de mandos y abandone sus puestos de trabajo, mucho menos en medio de la situación económica, social y sanitaria más compleja que nos tocó vivir al menos en lo que va del Siglo XXI.

Pero cuidado, que no sólo ni principalmente la oposición es coyunturalista y cortoplacista. Nuestra dirigencia política lo es, en general, en exceso amarrada como está a un electoralismo en que le van el trabajo y el disfrute de las intensas mieles del poder, mientras les duren. Frente a la sublevación policial bonaerense, las actuales autoridades políticas también se congelan en el problema y en la ofensa del día: tienden a simplificarlo todo en una “conspiración”.

El asunto es que la oposición tiene razón en que los policías son pobres y están sobregirados de tareas y sus reclamos se sustentan en la vida real. Pero también algo de razón tienen los oficialistas, en cuanto a que las brujas no existirán, pero que las hay, las hay. Anteanoche, en la puerta de la residencia del Gobernador en La Plata, a Kicillof no le gritaban “¡eh, patrón, pague lo que corresponde!”, le gritaban “¡petiso comunista!”. Y eso es política. Una posición política e ideológica para nada novedosa, si hablamos de uniformados.

Nadie lo dice: la Policía Bonaerense es uno de los más grandes ejemplos argentinos de que las salidas coyunturales te podrán sacar de un mal momento, pero no te llevan a ninguna parte. Desde 1983 a la fecha, hubo medio centenar de reformas y reformitas, purgas y purguitas, regionalizaciones y creación de policías municipales para ordenar a La Bonaerense, acotarla, disciplinarla, en síntesis: quitarle poder. Pero nada fue suficiente para quitarle su esencial sentido corporativo, reforzado a sangre y fuego y militarizándola cada vez más, de dictadura en dictadura durante el siglo pasado. La democracia no supo, no pudo, no quiso o un poco de todo eso para reconvertir y subordinar aquel “espíritu de cuerpo” a la lógica civil. Los policías, conceptualmente, no son militares: son civiles armados. Ha sido más fácil convivir con ellos de pacto en pacto que darles una conducción, formación, condiciones de trabajo y un estatus social esencialmente democráticos.

Desde lo social, son pobres uniformados que trabajan de ordenar a pobres desmadrados. Desde lo institucional y, por eso, desde lo político, son una fuerza con armamento, con comunicaciones, con movilidad y con territorio. La envidia de cualquier mafia. Ganan poco y nada. En general, desprecian a los que les pagan mal: los políticos, que son aves de paso de los humores ciudadanos. Conocen el barro de las miserias humanas. Casi todas. Combaten el delito, pero también lo regulan y, a veces, hasta lo comandan: cada comisaría puede ser, potencialmente o en la realidad, sucursal de una cadena de negocios non sanctos.

En la práctica, ya se cargaron al jefe, el comisario Daniel García, que perdió total autoridad. Tal vez se carguen también a un ministro, Sergio Berni, o lo entronicen, que de algún modo sería lo mismo: todo depende de la letra chica del acuerdo que se alcance. Porque de acá sale otro pacto, no una conducción política fortalecida.

La Bonaerense es otro de los aspectos centrales de una agenda que la política se resiste a encarar, tal vez porque se desbaratarían muchos de los negocios señalados y otros tantos. ¡Es el Gran Buenos Aires, estúpido! En esta sub-metrópoli se sintetizan todos y cada uno de los costados del fracaso nacional. Sólo nos faltaban 100.000 alzados con una 9mm en el cinto.

 

por Edi Zunino

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