Thursday 25 de April de 2024
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“Entronizaron” a Eva Perón: ¿para cuándo un gestito con Noemí Gómez?

POLITICA | Por Edi Zunino | 04 de September 12:49

El verbo entronizar se usa muy poco. Casi nada, diría. Y por suerte, porque hace como 204 años que dejamos de responder a un trono para meternos a construir una “nueva y gloriosa nación”, cosa que, desde entonces, salvo excepciones, nos viene saliendo bastante para el tujes. Pero bueno, al menos en palabras parece que sigue estando en nuestros planes.

La cuestión es que ayer, 2 de septiembre de 2020, se “entronizó” un cuadro de Eva Perón en la legislatura bonaerense y se le puso su nombre a un salón del palacio como señal de homenaje a la mujer y al feminismo, lo cual ya resulta polémico en sí mismo, porque la “compañera” habrá sido ejemplo de muchísimas cosas, incluso la mayoría de ellas necesarias y justas, pero no precisamente del feminismo.

Entronizar significa dos cosas:

1) Poner a una persona en un trono para conferirle el poder y autoridad reales.

2) Conceder a una persona o cosa un valor e importancia muy superior a las demás.

Un cuadro es una cosa. Pero bueno, concedamos que este cuadro es un cuadro con la imagen de Evita, nada menos. Y tal parece que no se la ha santificado ya lo suficiente, que, en medio de una pandemia que desparrama angustia, de una crisis económica que lo empeora todo y de un brote de inseguridad que funciona como frutilla de un postre social macabro, lo correcto para ciertos gobernantes es mirar 70 años para atrás.

La entronizadora en jefe del operativo fue la legisladora platense Florencia Saintout, una kirchnerista de paladar negro especializada en entronizar personas allí donde menos entronizadas se las pensaba. En sus inolvidables años como decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata, Saintout supo entronizar con premios honoris causa a figuras tan poco identificadas con el periodismo como Néstor Kirchner, Hugo Chávez o Hebe de Bonafini. Ojo: no digo que no se los pudiera homenajear en vida, pero, en un ámbito así, dichas entronizaciones funcionaron como actos de fanatismo extremo, al límite de la provocación y de la apropiación partidista del espacio y el saber públicos.

El fanatismo, según mis fuentes psicoanalíticas, suele ser evaluado como una perversión del narcisismo. Vendría a ser una especie de misión histórica del superyó. Yendo al punto que nos ocupa, podría decirse que los fanáticos no rinden culto a personas o cosas, sino que, haciéndolo, se rinden culto a sí mismos al reafirmarse con énfasis en su propio fanatismo. El fanático da por presupuesto que defiende una idea y que la persona o la cosa seguida u homenajeada es apenas una expresión simbólica, una síntesis de aquel pensamiento insoslayable, incontrastable, indiscutible, único. Sin embargo, los fetiches suelen terminar siendo objetos en sí mismos para consumo individual o, a lo sumo, identificación del grupo o de la secta.

Si Eva Duarte llegó a ser Evita fue por lo hecho en vida y la significación que adquirieron sus acciones concretas en su tiempo real. Digamos, de paso, que su adoración cuasi religiosa por Perón, les daba incluso a logros históricos como el voto femenino o a construcciones sectoriales como el Partido Peronista Femenino un claro sentido de sometimiento a los designios de un líder avivado hasta en la Marcha como “ese varón argentino”.

Saintout tenía muy a mano para homenajear modelos de mujeres muy cercanos en el tiempo, muy significativos sobre la realidad que nos circunda y muy caros a los padecimientos de la realidad real de hoy. Y encima muy en línea con las posturas de su propio gobierno. Me refiero, por ejemplo, a Noemí Gómez. Mujer, como su nombre lo indica. Trabajadora. Enfermera, para más datos. El hospital donde trabajaba hasta hace muy poquito, el “Sanguinetti”, de Pilar, no dio abasto para atenderla, infectada de Covid-19 en en servicio, y falleció el 12 de agosto. Era joven. Muy joven: 32 años. Uno menos que los 33 de Evita, al partir.

La política debe dejar de auto-celebrarse. Hay figuras que pueden representar mucho, pero que también, a esta altura, ya son figuritas repetidas.

 

por Edi Zunino

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