Saturday 20 de April de 2024
Perfil

El dipu-side Rodolfo Tailhade va cabeza a cabeza con el dipu-tuit Fernando Iglesias

POLITICA | Por Edi Zunino | 01 de April 11:26

El diputado Rodolfo Tailhade parece estar en medio de un brote obsesivo compulsivo contra los periodistas y los medios. Ayer llamó “sicario” a Joaquín Morales Solá, al rato fue contra el controversial Daniel Santoro y, una vez que Adepa y Fopea salieron a alertar sobre el tono subido de sus improperios, decidió revolear la media contra todos y tuiteó: “Alfredo Leuco, Jonathan Viale, Luis Majul y todo el tren fantasma están hablando de mí. Su jefe me marcó en una nota y ellos son muy obedientes. La Nación+ no hace periodismo ni es un canal de televisión, es un proyecto político. Y sus periodistas son militantes de Mauricio Macri, que es quien les paga”.

A mi juicio, Tailhade tiene derecho a pensar y decir lo que le plazca. Es más: alguna vez se despacha con cosas sensatas, también. Me interesa más el fenómeno que representa y que hoy lo pone a la par del macrista Fernando Iglesias, otro desenfrenado del planeta Twitter. No voy a caer en el reduccionismo de señalar que “son lo mismo”, sencillamente porque no lo son. Pero “juegan” de lo mismo, ocupan el mismo lugar en la cancha, pero del otro lado. Son los contestadores. Los incontinentes. Juegan de contragolpe, sin filtro, sin red y sin prejuicios. Son estrellas de la red del pajarito, donde sólo hay espacio para un circo romano virtual donde cuanta más sangre, mejor.

Tailhade es, además, un ariete preferencial del contra-lawfare kirchnerista. Denuncia, denuncia y denuncia en los mismos Tribunales a los que los kirchneristas –muchas veces con razón, hay que decirlo- acusan de parcialidad política total. Se dice que, como estuvo en la SIDE, sabe caminar como pocos los pasillos laberínticos de Comodoro Py.

Pero sigamos con la fiebre tuitera, porque el tema es de una enorme actualidad en las cúpulas partidarias de todos los signos. Ayer mismo, el debate se instaló con fuerza en la oposición, mientras Jorge Macri cuestionaba en la tele a los ultras y talibanes de su propio espacio. Desde su entorno surgió una frase: “Van a la cola de los trolls. No los pueden controlar, están prisioneros de las redes sociales”, señalaban los operadores de “Macri El Bueno”.

No se trata de un asunto ideológico, sino de época. Twitter es apenas la forma más feroz que adquirió en estos tiempos lo que antiguamente se llamaba “escarnio público”, que consiste en atosigar y atormentar a alguien utilizando la burla como arma preferencial. Mezcla de trovadores y bufones, la raza de los dipu-tuits solo tiene sentido para generar odio y risa, porque hay que ser duro pero atractivo. Tener buena onda, digamos. No ser un bajón.

Mientras juegan a sobrevivir en sus bancas, concebidas en gran parte como puestos de trabajo, desempeñan el papel esencial de contener votantes entre lo más rústico y primitivo de la audiencia.

 

por Edi Zunino

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