Pasada la primera semana de la cuarentena obligatoria, hay dos imágenes que se contradicen. El anuncio del Presidente Alberto Fernández de extender el aislamiento hasta el 12 de abril y la imposibilidad de controlar a la población del conurbano de la provincia de Buenos Aires. Ya vimos el viernes las filas interminables en los cajeros automáticos para cobrar asignaciones, bonos, jubilaciones. Si ya está comprobada la transmisión comunitaria del coronavirus, la provincia no puede darse el lujo de romper la cuarentena por la vulnerabilidad social en la que se encuentran sus habitantes.
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