Friday 29 de March de 2024
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Covid-19, ciencia o magia negra: la traición del Gran Bonete

POLITICA | Por Edi Zunino | 20 de April 12:03

El poder más invocado de los últimos días es el de “la evidencia”. La Sagrada Evidencia. Se la invoca, incluso, para sostener decisiones contrapuestas. Dejémonos de bobadas: lo evidente parece ser que la dirigencia decidió dejar de ponerse de acuerdo en el manejo de la pandemia para optimizar las diferencias en el año electoral. No es, como sostienen algunos, que “la política metió la cola”. Es peor: se está subordinando la salud pública a los intereses partidarios. Es decir: está importando más la competencia entre los referentes de una ínfima minoría que la estrategia general para preservar la salud de todos. 

¿Cuál es el problema de pensar distinto en democracia? Ninguno, claro. Y ni siquiera se trata de eso. El problema, que entre otras cosas explica el rotundo fracaso nacional en diversas materias, es que absolutizar la discrepancia como valor esencial de la política impide avanzar. Como un bote con un solo remo, te deja dando vueltas en el mismo punto sin parar. Otros lo llaman efecto pendular: un tiempo para acá, otro tiempo para allá y para acá y para allá y así… Sólo nos faltaba tener dos pandemias a la vez, como si no sobrara con una: la de los oficialistas y la de los opositores. 

Hace un año, aquella mesa chica de 3 en el centro de una mesa grande de 24 generaba la sensación de un liderazgo de nuevo tipo que resultaba en conducción, en contención y en cierta tranquilidad general para afrontar el miedo y la incertidumbre. Haber podido ponerse de acuerdo entonces le quita cualquier viso de seriedad a las razones del desencuentro de hoy. No se lo puede entender desde otro lado que el cinismo. Si aquello parecía magia, esto es magia negra.

En una situación como esta, la ausencia de liderazgo sólo genera más sálvese quien pueda. Si los dirigentes, que son unos pocos, no se ponen de acuerdo en lo que se debe hacer, como se va a poner de acuerdo una sociedad entera, con vivencias e intereses tan distintos y a veces hasta contrapuestos que hay dando vueltas por la vida real. Es así de simple: si nadie ordena el tránsito, lo que más hay son choques. Y en los choques, la mayoría de las veces, la culpa fue del otro.

Fíjense: de repente, en la escuela no se contagia, en el transporte no se contagia, en los lugares de trabajo no se contagia, en los gimnasios no se contagia, amontonarse al aire libre no contagia…, pero la curva de contagios sube y el personal de salud, que ya no da más, ahora debe predisponerse a rechazar internaciones porque se van acabando las camas. Si lo único que contagia es la actividad recreativa nocturna, todos deberíamos haber estado de juerga los últimos dos meses de corrido, sin parar. O habrá sido el Gran Bonete (que, digamos de paso, es un juego medieval).

Estamos entre la espada y la pared. Entre la enfermedad y la ruina. Lo que se debe, muchas veces, puede ser enemigo de lo que se puede. Pero lo que sí o sí no se puede es entender esa diferencia sin una conducción, es decir, sin una síntesis clara entre lo que se puede y lo que se debe, que vendría a ser lo correcto. De lo contrario, lo correcto va a ser lo que, aparentemente, más le convenga a cada uno, sin importar lo que le pase a cada cual. Y eso es peligroso, porque multiplica contagios. Por eso es que, en estas horrorosas circunstancias, las peleítas de palacio son un privilegio inusitado, un juego medieval que se parecen mucho a la inoperancia. O a la traición… Ponele… Qué sé yo…

 

por Edi Zunino

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