Friday 29 de March de 2024
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9 de Julio: hablemos de las Provincias Des-Unidas del Sur

POLITICA | Por Edi Zunino | 09 de July 10:53

Este 9 de Julio es el 9 de Julio del bicentenario de Manuel Belgrano, acaso el más encendido promotor del Congreso de Tucumán, que se hizo en Tucumán para que no fuese sólo una reunión de dirigentes porteños, pero que, constituido en autoridad constitucional, a poco de declarada la Independencia, pasaría a sesionar en Buenos Aires.

El martes 9 de Julio de 1816, el Congreso de Tucumán declaró su decisión de “romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Lo hizo en nombre de las “Provincias Unidas de Sud América”, fórmula que, en sí misma, aparte de la Independencia daba por hecha la existencia de “provincias desunidas” que faltaron a las deliberaciones porque les desconocían representatividad.

Esas provincias eran nada menos que la Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe y Paraguay, rebeladas contra el centralismo porteño (en cuanto “dueño” del puerto), lo cual no era poca rebeldía, porque sus caudillos (sobre todo Artigas, Ramírez y López) eran muy populares y, además de aquellos  territorios muy fértiles, controlaban vías navegables de tremenda importancia económica. Cabe señalar que los cordobeses fueron al Congreso, pero con una actitud visiblemente rupturista. 

A diferencia de San Martín, que estaba plantadísimo en su estrategia de liberación continental como único plan político-militar al que estaba dispuesto a ponerle el pecho, Belgrano sí había aceptado combatir militarmente a los caudillos del litoral, que, obviamente, desconfiaban de él (aunque lo respetaban) en cuanto exponente del partido porteñista.

Esa desconfianza tuvo mucho que ver con algo que puede parecer menor, pero para nada lo fue, ocurrido 10 días después de la Declaración de la Independencia. El Congreso de Tucumán seguía deliberando en sesiones secretas y se supo que los portugueses acababan de invadir la Banda Oriental. A las apuradas, por sugerencia del porteño Pedro Medrano, los congresistas decidieron volver a redactar lo que hoy consideramos nuestro “manuscrito fundacional” para agregarle “de toda dominación extranjera” al párrafo que señalaba sólo a España como enemigo.

Se lo hizo con la expresa intención de desmentir “rumores malignos” que, de tan malignos, llegaron hasta hoy. Involucraban al propio Manuel Belgrano como promotor de cierta “entrega” de las provincias desunidas al Reino de Portugal y daban por hecha la confabulación de los porteños con aquella invasión.

No eran rumores gratuitos. Para que un rumor circule, algo de “verdad” tiene que encerrar. Ya en los días posteriores a las invasiones inglesas, Belgrano había promovido constituir al Río de la Plata como un “protectorado” de la corona portuguesa, que se había instalado, con la reina Carlota Joaquina a la cabeza de los más de quinientos integrantes su corte, en Río de Janeiro. Carlota era la hermana mayor de Fernando VII, despuesto y preso por Napoleón. En ese contexto, no sería un detalle menor que, el 25 de Mayo de 1810, declarara su lealtad al mismo Fernando VII.

En las instancias previas al Congreso de Tucumán, Manuel Belgrano, había sido muy enfático en la idea de definir a la monarquía como forma de gobierno, nombrando rey a un descendiente de Tupac-Amaru bajo la protección de alguna potencia respetable. Portugal, por ejemplo…

Antes de caer en el facilismo bobo de que “Belgrano era un agente de los borbones”, debería hacerse un alto para tratar de entender el contexto caliente y concreto en que se hallaba inmersa la revolución: estaba rota por el Este y el Noreste, y su suerte dependía de que San Martín avanzara en su periplo hacia Chile y de ahí a Perú. Un “rey inca” podría caer simpático entre los pueblos altiplanos, que además tenían allí las minas de plata y oro, que entonces eran como un tremendo tesoro del Banco Central.

Pero la división interna era tajante y sus protagonistas no eran pibes fáciles. En sus imperdibles memorias, el general José María Paz -que estuvo ahí, guerreó y los conoció a todos- registró así aquellos momentos, con Belgrano en el centro:

“El general Belgrano era un hombre generalmente respetado por sus virtudes y su mérito; más su excesiva severidad lo hacía hasta cierto punto impopular. 

“Su viaje a Inglaterra había producido un tal cambio en sus gustos, en sus maneras y aún en sus vestidos, que hacía de los usos europeos quizá demasiada ostentación, hasta el punto de chocar las costumbres nacionales. En los años 1812, 13 y 14, el general Belgrano vestía del modo más sencillo; hasta la montura de su caballo tocaba la mezquindad. Cuando volvió de Europa, en 1816, era todo lo contrario, pues aunque vestía sin relumbres, de que no gustaba generalmente, era con un esmero no menor del que pone en su tocador el elegante más refinado, sin descuidar la perfumería.

“Con sus opiniones políticas, habían variado sus gustos, porque de republicano acérrimo que era al principio, se volvió monarquista claro y decidido.

“La guerra civil repugna generalmente al buen soldado, y mucho más desde que tiene al frente un enemigo exterior y cuya principal misión es combatirlo. Este es el caso en que se limitaba el ejército, pues que habíamos vuelto espaldas á los españoles para venirnos á ocupar de nuestras querellas domésticas. Y a la verdad, es solo con el mayor dolor que un militar, que por motivos nobles y patrióticos ha abrazado esa carrera, se vé en la necesidad de empapar su espada en sangre de hermanos. 

“Dígalo el general San Martín que se propuso no hacerlo, y lo ha cumplido. Aún hizo más en la época que nos ocupa; pues, conociendo que no podría evitar la desmoralización que trae la guerra civil, procuró sustraer su ejército al contagio, desobedeciendo las órdenes del Gobierno.”

Leamos Historia. Es increíble hasta qué punto estamos ahí, con tantos de nuestros conflictos originales irresueltos.

 

por Edi Zunino

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