Si bien no se nace corrupto, y es un proceso de construcción atravesado por diferentes variables, desde la psicología se puede esbozar un perfil.
En líneas generales el corrupto ignora una y otra vez al prójimo. Psicológicamente es similar a un niño, carece de moral autónoma y sus conductas están ligadas a la satisfacción y en beneficio de su ego.
Escuchá la columna de Guillermina Rizzo en Radio Perfil.
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