Hace meses que estaba tentado a hablar sobre Quirós, el ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires. Me inhibía el hecho de ser simplemente elogioso con un funcionario. No lo conocía personalmente, solo lo conocía por lo que veía en los medios y por unos Zoom mediante los que les explicaba a las redacciones acerca del covid.
Pero después de verlo hace una semana en el programa de Mirta Legrand, me pareció que valía la pena ponerle foco, aunque sea como símbolo de un hombre que creo, es la encarnación de la antigrieta.
No se si lo vieron el programa, pero estuvo rodeado de comunicadores poderosamente antioficialistas, empezando por la propia conductora. Un contexto ideal para un funcionario del espacio opositor como es Fernán Quirós. Otro político se hubiera regodeado con la situación y se hubiera subido a todas las denuncias más o menos fundadas que se hacían en el programa. Pero este hombre no. Esa es la particularidad de Quirós, se manejó con racionalidad, se limitó a aclarar dudas sobre la pandemia y a aportar datos concretos. Se negó a dar por cierto hechos que desconocía y evitó sumarse a teorías conspirativas sobre el origen del virus o a “los millones de muertos” que habría ocasionado el desmanejo del Gobierno.
Hizo lo que hace ante cada entrevista que da, incluso en medio de esta campaña electoral tan vacía, tan descalificadora. Su corrección es tan extrema la que lo vuelve políticamente incorrecto. Políticamente incorrecto en cuanto a la normalidad de políticos oficialistas, opositores y periodistas que gritan, insultan, que se dejan llevar por la opinión predominante en un debate y que siempre ven al otro como un potencial enemigo.
Es cierto que Fernán Quirós sigue siendo un rara avis dentro de la política argentina. Sin embargo, su alta imagen positiva quizá esté representando el mensaje de racionalidad que una parte cada vez más importante de la sociedad tiene necesidad de escuchar.
por Gustavo González
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