Friday 19 de April de 2024
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Olvidate del Matadero

PODCASTS | Por Elisa Salzmann  | 03 de June 19:00

Olvidate del matadero, la obra que se está presentando hace algunos meses en el Teatro del Pueblo, los viernes de 20.30 a 21.30, conquistó a mis alumnos.

Leída - no sin dificultades-  durante el mes de abril, leídas las escenas icónicas: la corrida del toro, la muerte del niño, la caída al barro del inglés, los gritos de las achuradoras y de los carniceros, imaginado el look de Matasiete, la indiferencia del Juez de la casilla, la provocación salvaje del unitario. Olvidate del Matadero, la obra que interpreta Pablo Finamore, escrita por él y Claudio Martínez Bel conquistó, repito, a mis alumnos.

Podríamos encontrar una clave de esta relectura del clásico obligatorio de Esteban Echeverría en algo que logra esta puesta en escena, amén de la soberbia interpretación de Pablo Finamore; y ese algo es la humanización de la h/Historia, esa que contó Echeverría con una mirada nueva, romántica, grotescamente sensual.

Para Ricardo Piglia en El Matadero está el origen de la prosa de ficción en la Argentina. Pero, dice Piglia, ese origen podría decirse, es oscuro, desviado, casi clandestino. Escrito en 1838 el relato permaneció inédito hasta 1874 cuando José María Gutierrez lo rescató entre los papeles póstumos de Echeverría (que había muerto en Montevideo, exiliado y en la miseria, en 1851). Y aquí, Martínez Bel y Finamore aprovechan para desviar parte de la historia, el origen.

También, dice Piglia “hay una diferencia clave, entre El Matadero y el comienzo de Facundo. En Sarmiento se trata de un relato verdadero de un texto que toma la forma de una autobiografía, en el caso de El Matadero se trata de una pura ficción. Y justamente porque era una ficción pudo hacer entrar el mundo de los “bárbaros” y darles un lugar y hacerlos hablar. La ficción como tal, en la Argentina- podría decirse- nace en el intento de representar el mundo del enemigo, del distinto, del otro (se llame bárbaro, gaucho, indio o inmigrante). La clase se cuenta a sí misma bajo la forma de autobiografía y cuenta al otro con la ficción.” explica Piglia.

El otro, los otros (sean estos federales, unitarios, Don Esteban, Lucio, la “Mama”) están presentados en esta apuesta a través de un soliloquio que respeta tanto el texto original como se aleja de él. La hora exacta en la que Misky, el personaje, habla consigo mismo, lee, relee y se pregunta cómo fueron las cosas ese día cautiva a los espectadores y los mesmeriza.  Amén de la destreza actoral inmensa de Pablo Finamore, de su repertorio corporal gestual en el que el fondo se corresponde íntimamente con la forma de una manera sutil y brutalmente elocuente, este cuento “contado por un idiota” significa todo. Significa todo porque logra humanizar un conflicto violento, porque la primera escena de violación y bullying de la literatura argentina está tamizada y vuelta a contar para que los lectores de ese primer texto sepamos que esa ficción puede volver a escribirse, como la h/Historia y que es impertinente volver atrás y no imprimirle al pasado una mirada nueva. Y esta mirada que le imprimen Pablo Finamore y Claudio Martínez Bel agrega comprensión, ternura y compasión al cuento sangriento de los mataderos, porque la sangraza que corría por el Matadero de la Convalescencia se hace sinécdoque aquí en el dedo índice del Misky que sangra y cuya herida envuelve una y otra vez el personaje. Es una herida pequeña, persistente como la presencia tierna y emotiva de la “Mama”. Haber agregado a este texto la figura materna doblega la impronta patriarcal de los facones hasta el punto tal, que una alumna se acercó al final de la obra, con lágrimas en los ojos, agradecida.

por Elisa Salzmann 

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