Wednesday 24 de April de 2024
Perfil

Messi-Martínez: dos puntas de la ilusión (y del país real)

PODCASTS | Por Edi Zunino | 09 de July 11:00

El fútbol, en el concepto ateniense antiguo de las justas deportivas, es una metáfora de la guerra. Si eso se expresa en partidos entre barrios, la idea de choque frontal al todo o nada se fortalece todavía más en las formaciones previas a los partidos internacionales, con los jugadores muy serios entonando sus himnos patrios con la mano en el pecho. Y ni hablemos de un clásico como Argentina-Brasil. Las desazones y las angustias cotidianas suelen ser el condimento extra de ese estado de apasionamiento que hincha las venas, aprieta los puños y libera las gargantas con gritos guerreros. Imaginemos el dispositivo de seguridad que debería haber mañana en Río de Janeiro si la final de la Copa América se jugara con público y ese público fuera al Maracaná con la sobredosis de desazones y angustias cotidianos que nos inyectó la pandemia.

Pensaba en eso el otro día con el tobillo de Leo Messi ensangrentado en primer plano. Y también con las escenas de bullying de Dibu Martínez hacia los pateadores de penales colombianos y sus gestos de macho alfa en celo. ¿Cómo hubiera sido la cosa con público? ¿El criminal del tobillo más caro del mundo habría recibido el castigo que no recibió? ¿Martínez habría sido amonestado primero y expulsado después, tal como se merecía? Sabemos que el fútbol es catarsis de violencia. Pero también sabemos que hay una amplia zona del fútbol donde la violencia está a un tris de abandonar lo metafórico.

También viene de los griegos antiguos eso de llamar “héroes” a los mejores deportistas. Los héroes mitológicos eran más que hombres pero menos que dioses, cualidades que recién logró trastocar Diego Armando Maradona, según el sentido argentino de la heroicidad. Hay una publicidad en la que un Maradona a quien nadie nombra -por razones de propiedad de la marca Maradona- pero que todo el mundo sabe quién es, desde el cielo, confunde a los rivales y le da el último empujoncito a la pelota hacia el gol, sin que nadie dé la patada final.
Es una lástima que Maradona haya quedado asociado a la trampa o la ventaja extra deportiva como excusa válida para ganar. Es como si aquel genio que podía contener en sí mismo las cualidades del barrilete cósmico y los pecados de la “mano de D10S”, se hubiera descompuesto en dos versiones: el matón homosexualoide actuado por el arquero y la habilidad a toda costa de este 10 genial pero parco y desangelado que tenemos.

Nunca me cayó bien Javier Castrilli. Ni como referí ni como candidato. Pero tiene razón:
“En el fútbol nos quejamos de la violencia. Sin embargo, la naturalizamos y la justificamos cuando nos favorece, que es peor aún. Lo de Martínez constituyó un claro ejemplo de violencia simbólica y de distracción indebida. Sus mensajes orales merecían amonestación y los gestos obscenos, expulsión”.

Claro que es difícil ser Messi. Puro talento, digo. Y corrección. Pero bueno: qué querés, si el técnico, que se supone líder del grupo, se la pasa patalendo todo el tiempo a los gritos pelados.

Es buena la metáfora del heroísmo. Debería definir el compromiso, la entrega, el trabajo y el respeto al otro. Así que espero que se entienda bien lo que voy de decir:
¡Vamos, Argentina!

por Edi Zunino

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