Friday 19 de April de 2024
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Martín Farrell y Andrés Rosler: "La mejor de las reformas puede terminar siendo contraproducente"

PODCASTS | Por Jorge Fontevecchia | 01 de March 12:00

Ambos juristas, con una importante trayectoria en el estudio, investigación y aplicación del derecho, analizan los vericuetos del actual proceso de juicio político a la Corte Suprema de Justicia, los conflictos políticos que obstruyen el correcto funcionamiento del Consejo de la Magistratura, y las necesarias tensiones y equilibrios para mantener la independencia entre los tres poderes de la democracia.

Martín, ¿nos podría dar una especie de clase para legos sobre qué significa juicio político? 
FARRELL: Es inevitable vincular el juicio político a la Corte con el peronismo, porque así ha ocurrido en la historia argentina. Cuando Perón asume la presidencia en 1946, una de las primeras cosas que hace es juicio político en la Corte y consigue desplazar, salvo uno, a todo el resto de sus integrantes. Juicio político con Perón, juicio político con Duhalde en 2002, juicio político con Kirchner en 2003 y 2005, juicio político con Fernández en este mismo año. Hay algo de gen peronista que lo lleva al juicio político en la Corte. ¿Qué es lo que hay en ese gen? Una hostilidad respecto de las instituciones. El peronismo no se lleva bien con las instituciones porque no se lleva bien con los controles. No se lleva bien con el acotamiento. No quiere tener un poder limitado. Y el poder de la Justicia independiente justamente limita al poder del Ejecutivo. El peronismo, históricamente, se identifica con el rosismo. Rosas tiene su monumento y descansa en la Argentina bajo un gobierno peronista. Urquiza no tuvo su monumento hasta que no fue derrocado el peronismo. El peronismo se identifica con el rosismo y el rosismo no se identifica precisamente con las instituciones. 

¿Hay algún antecedente de conflicto entre Rosas y la Justicia? Obviamente no era un Estado, no era constitucional.
F: No podía haber conflicto porque era un Estado autoritario. Puede haber conflicto con la Justicia a partir de la independencia de los poderes, en la cual el peronismo realmente mucho no cree. 

Andrés, ¿cuál es su visión sobre el juicio a la Corte, en particular del que se está llevando a cabo ahora? 
ROSLER: Da toda la impresión de que se trata de un juicio político, pero en el sentido usual o peyorativo de la expresión, lo cual es una contradicción en esos términos. Para que tenga lugar un juicio tiene que haber ciertas reglas, formas, que le dan cierta incertidumbre al resultado. Una vez que uno aplica esas reglas, respeta esas formas, recién ahí se entera de quién es acusado o culpable en un juicio penal, o por ejemplo, quién tiene que ser destituido en un juicio político. Pero la manera en que se está encarando este juicio político, las críticas incluso a la defensa de los jueces de la Corte, sugieren que este es un juicio en el cual no puede haber defensa. Este es un juicio en el cual uno ya sabe quién es inocente, quién es culpable, quién debe ser destituido. No es un juicio, esto es lo que está ocurriendo ahora. 

Se escucha decir a los políticos que el solo hecho de que lo lleven a Comodoro Py, aunque luego de siete años la condena sea absolutoria, la condena fue los siete años de proceso, ¿se invierte el orden aquí?, ¿la condena es el proceso?
R: Pero eso es como derrumbar toda la civilización occidental, por lo menos de los últimos ochocientos años, la idea de que se presume la inocencia del acusado hasta que se demuestra precisamente que es culpable. Hasta el diablo, decían los teólogos y los canonistas, si es llevado a juicio, tiene que ser tratado como un acusado y se deben respetar todas sus formas. Usted dirá que el problema es la expresión, ¿a quién se le ocurrió llamar juicio político a un juicio que en el fondo no lo es? En este caso habría que usar lo político o la política y derivados, no del sentido peyorativo como una lucha en la cual uno tiene un resultado que obtener a toda costa, sino lo político quizás en el sentido republicano, clásico, la idea de que lo político sigue ciertas reglas. 

¿Político como público?
R: De hecho, la Constitución efectivamente habla de juicio público, lo trata como si fuera un juicio, entonces es político, pero no en el mal sentido de la expresión, como no puede ser ningún juicio. 

Martín, usted vivió muy de cerca la reforma de la Constitución de 1994, cuando también se reformó el Consejo de la Magistratura, ¿cree que ahí se originaron algunos de los conflictos que hoy estamos viviendo?
F: El Consejo de la Magistratura fue un idea muy bien intencionada que llevó a la mesa de diálogo el delegado radical, que era Ricardo Gil Lavedra, una persona muy inteligente y muy respetable. No dio los resultados que él esperaba porque se politizó algo que en un momento estaba concentrado en la Corte. Como poder independiente, era bueno que la Corte dirigiera el Poder Judicial. Después no lograron en la Convención un acuerdo sobre cómo debía ser integrado el Consejo, eso no es culpa de los convencionales. Muchas veces no se puede alcanzar un compromiso. El compromiso esta vez fue, dejémoslo con la palabra equilibrio, un Consejo equilibrado. La última ley del Consejo de la Magistratura, la Corte la juzgó razonablemente y de modo correcto, desequilibrado. Ahí la Corte tenía una dificultad. Qué hacer, primero, con todos los años en los cuales el Consejo se rigió por una ley inconstitucional, y la Corte de un modo correcto también dijo: “Vamos a validar estos actos”, si no, sería un caos en la Justicia. ¿Qué hacer para el futuro? Porque esta ley no puede seguir aplicándose. También la Corte acá diseñó una solución razonable, dijo: “Por seis meses vamos a validar la continuación de esta ley, y el Parlamento, en seis meses es exhortado por nosotros a que dicte otra ley constitucional, respetando el equilibrio”. Si no lo hace, qué tenemos que hacer, porque una ley inconstitucional no puede seguir en vigencia. Vamos a tratar de aproximarnos lo más posible a la voluntad del Legislativo, vamos a mantener en funcionamiento la ley anterior, que era considerada constitucional solo hasta que se pronuncie el Congreso. De manera que toda esta carga ahora sobre la Corte, considerando ese fallo sobre el Consejo de la Magistratura como una causal de enjuiciamiento, es un error. La Corte trató primero de involucrar al Congreso. El Congreso tuvo seis meses para involucrarse, tiene el momento y la capacidad de hacerlo cuando se le dé la gana para dictar la nueva ley, y la Corte, en lugar de reemplazarlo por una normativa a su arbitrio, utilizó una antigua normativa sancionada por el Congreso, para tratar de aproximarse lo más posible a la voluntad legislativa. No hay más deferencia posible que esta, de manera que este cargo de juicio político por el juicio al Consejo de la Magistratura es absolutamente un error. 

Hay una frase de Alexis de Tocqueville sobre el juicio político en Estados Unidos: “Creo que se podrá reconocer fácilmente cuándo las repúblicas americanas comenzarán a degenerarse; será suficiente ver si aumentan el número de juicios políticos”. ¿Esta frase es aplicable? 
R: Sí. Es la última reflexión de la sección que le dedica al juicio político en Estados Unidos, de hecho él traduce el impeachment, el proceso que usan en Estados Unidos hasta el día de hoy, que figura en su Constitución y que deriva del Parlamento inglés y francés, lo traduce como juicio político, y de ahí explican algunos constitucionalistas, es por eso que nosotros hablamos de juicio político. Tocqueville temía que era un arma muy poderosa, que podía caer en las manos menos apropiadas. Por eso termina diciendo eso, “temo que en el futuro, a medida que la República se degenere, se incremente el juicio político”. Los republicanos, con mucha razón, suelen hacer hincapié en las instituciones. Pero también son conscientes de que, y no hace falta ser republicano para darse cuenta de eso, las instituciones no operan solas, las leyes no se aplican solas. De ahí que la reforma constante de las instituciones, si no hay un cambio de los individuos y las personas, como se suele decir en términos republicanos, no son virtuosas, no en términos morales, sino que no cumple con su función. La mejor de las reformas puede terminar siendo contraproducente. A veces es un gran logro mantener las cosas como están. No hay ninguna seguridad de que el cambio en sí mismo sea mejor, así como no hay ninguna seguridad de ir para atrás. Esta idea de progresismo, que se suele defender hoy en día, supone que siempre es mejor ir hacia delante. Depende de qué tengo adelante, el precipicio puede estar adelante o puede estar atrás, puede estar donde estoy parado.

Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil FM 101.9.

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por Jorge Fontevecchia

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