Hoy se cumplen 10 años de la muerte de José Saramago, que fue el primero y hasta ahora único Premio Nobel de Literatura de habla portuguesa de la historia, además de haber sido el tercer iberoamericano con marcadas posiciones de izquierda en recibir la distinción de la Academia Sueca, después de Pablo Neruda y Gabriel García Márquez.
Alguna vez ironicé diciendo que cuando sea grande quisiera ser Saramago, sobre todo por vivir de escribir libros en una casa típica de las Canarias en la isla de Lanzarote, con un balcón enorme que mira el mar y vistas increíbles de unas serranías que, al atardecer, pueden parecer marcianas.
Claro que para ser Saramago habría que haber nacido en una casa pobre de campesinos sin tierra; migrar a la capital con una mano atrás y otra adelante; no terminar la escuela primaria por esa misma falta de recursos y, aún así, enamorarse de la literatura; leer, hasta en sus lenguas originales, a Tolstoi, a Baudelaire…; probar el periodismo como subsistencia; ser censurado y despedido; participar de la Revolución de los Claveles; y escribir, por ejemplo, siendo ateo pero sumamente culto y respetuoso, “El Evangelio según Jesucristo”.
Por culpa de ese libro monumental de 1991, escrito en un ritmo meticulosamente bíblico, Saramago terminó autoexiliado en Lanzarote junto al amor de su vida, Pilar del Río. El gobierno portugués lo consideró “una ofensa a los católicos” y le bloqueó su presentación en el Premio Literario Europeo.
Ya que parece que la cuarentena sigue yendo para largo y aprovechando el éxito de la serie Jesús por Telefe (con ese estilo narrativo tan pastor en portuñol de la Iglesia Universal), les recomiendo que lean “El Evangelio según Jesucristo”.
No lo hagan buscando la verdad y mucho menos como un acto intimista de protesta. Les aseguro que, por momentos (fracciones de segundo, no se asusten) van a perder la respiración, se van a inquietar con María, van a sufrir alegremente con José; van a explorar con otros ojos el periplo histórico y por qué no fantástico del Jesús de Nazareth de carne y hueso, las fuentes del martirologio místico de quien tal vez no haya terminado sus días clavado a un crucifijo precisamente para salvarnos a todos, además de escrutar las sub historias de quienes nos la contaron así.
Insisto: “El Evangelio según Jesucristo” nada tiene que ver con el anticlericalismo fácil ni mucho menos con alguna herejía. Es la versión documentada y respetuosa del origen de quienes somos, por parte de quien creía que “Dios es el silencio del Universo y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio”.
por Edi Zunino
Galería de imágenes
Comentarios