Friday 19 de April de 2024
Perfil

El síndrome de Djokovic, efecto cool del Covid-19

PODCASTS | Por Edi Zunino | 23 de June 12:42

Con Radio Perfil a una semana de cumplir un año, la audiencia ya sabe más o menos quién soy. Y que buena parte de mis esfuerzos periodísticos tienen que ver con no dejarme alinear detrás ni debajo de ningún discurso dominante o de moda o pogre sin sustancia ni políticamente incorrecto sin decencia.

De todos modos, aunque hago mucha fuerza y le doy vueltas y vueltas al asunto, debo aclararles que tal vez no sea el más objetivo de la cuadra para pararme frente a este conflicto permanente entre la pro cuarentena, la anti cuarentena y este día eterno que ya llega a valer 100 días. Sucede que, pese a no entrar en la edad de riesgo, sí entro en la población de riesgo porque fumé 40 años, mis pulmones están cachuzos y los médicos me dicen “vos, flaco, sí: quedate en casa”. Y acá estoy. Desconfiando de mi propia objetividad profesional, porque formo parte de esa minoría que sigue cumpliendo el aislamiento. Ustedes saben que las minorías suelen generar ideas propias, cosmovisiones particulares y posturas defensivas… que muchas veces, ojo ahí, se justifican en la preservación o consagración de derechos.

Claro que el hecho de que yo haga la cuarentena con una disciplina estricta que considero saludable para mí, para evitar contagiar al resto y para no competir con nadie por una terapia intensiva con respirador, no me asigna el derecho de ser más que otros y mucho menos de descalificar a quien no hace lo mismo que yo, sobre todo si esa actitud es obligada por la necesidad.

Aclarada esta debilidad humana de mi parte, hoy me despabilé con el ministro porteño Fernán Quirós haciendo malabares para cumplir su doble función de médico y político. Mientras alertaba sobre la necesidad de incrementar los recaudos para afrontar el famoso pico de la curva, entre los cuales se recomienda evitar los amontonamientos, Quirós les dio la derecha a quienes salen a protestar los fines de semana, aunque prefiere cómo lo hacen los porteños a cómo se dio en el interior.

Me provocó cierta ternura el ministro, que en estos 100 días se reveló ante todos como un verdadero capo en lo suyo, dejándose flexibilizar por la rebelión de sus votantes, alentados por dirigentes de su propio partido sin obligación de gerenciar una pandemia ni nada, hoy por hoy.

Obvio: también me hacen agarrarme la cabeza los kirchneristas que encontraron una excusa sanitarista para cuestionar a quienes se movilizan en su contra.

¿Pero hay que salir o no hay que salir?

¿Hay que endurecer lo que se ablandó o ablandar lo endurecido?

¿Cómo es posible que, con dos cuarentenas y media de corrido encima, recién Rodríguez Larreta y Kicillof señalan que la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, o sea, el AMBA, deben ser tomados como una sola continuidad urbana, por lo menos epidemiológicamente hablando?

¿Cómo es posible que haya periodistas, gente grande y con prestigio sobre todo, que se pregunte al aire: “¿otro esfuerzo más hay que hacer ahora?”, cuando hace 100 días que hablamos de que no hay vacuna y si caemos todos juntos, no hay camas ni respiradores que alcancen?  

Una pandemia, mucho más en medio de una crisis económica que ha generado híper pobreza en un país tan rico, debería escapar a las mezquindades de la lógica electoralista. De maneras aparentemente distintas, los más supuestamente liberales y los más presuntamente populistas terminan mirándose cada cual su ombligo y negando lo público, en beneficio de lo privado o lo partidario.

Es el Síndrome de Djokovic. Negar la necesidad del aislamiento cuándo y dónde hace falta con urgencia o negar la inexistencia de la cuarentena donde se la defiende pero hace rato que no se hace, se parecen en algo: un viva la pepa demasiado contagioso que sólo se resuelve buscando culpables cuando ya no hay más remedio, aunque para entonces hayan descubierto la vacuna.

 

por Edi Zunino

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