Thursday 28 de March de 2024
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El real de a ocho

PODCASTS | Por Esteban Nigro | 02 de March 17:42

Imaginemos una moneda tan, pero tan fuerte que ya en el siglo 17 podías con ella comprar algún recuerdo al pie de la Muralla China, un plato picante en un mercado perdido del sudeste asiático, algo de tabaco o maíz en todo el continente Americano y hasta pagar un alojamiento en cualquier rincón de Europa. Esa moneda existió, perteneció al imperio español y los invito a descubrirla. 

En un comienzo, el ser humano se basó en los bienes que poseía o generaba para comercializar con sus semejantes. Así nació el trueque, donde por ejemplo un pastor intercambiaba con un agricultor, su oveja por un saco de harina. Pero este comercio poseía una dificultad: ¿cómo hacía el pastor para conseguir harina si por alguna razón se había quedado temporalmente sin ovejas? La respuesta fue buscar un objeto que tuviera un valor representativo y que toda la comunidad lo aceptase. Claro que para que ese objeto intercambiable tuviera cierto valor, debía ser escaso y por cuestiones logísticas, de fácil traslado. 

Las monedas más antiguas que se conocen fueron encontradas en la actual Turquía y datan del siglo 7 a.C. Las fábricas de monedas se llamaban cecas (se escribe con c) y su trabajo comenzaba con conseguir un metal de cierto valor, como oro, plata o cobre e intentar darle una forma y peso constante. Dado que por entonces el metal disponible era muy rudimentario y de calidad variable, una vez fabricadas las monedas muchas veces se les quitaba metal si excedían el peso convenido quedando sus bordes como mordidos, completamente irregulares. El último paso en la ceca o fábrica de moneda, era imprimirle a cada una un sello distintivo. Para esto se utilizaba un cuño, una especie de sello tallado en metal duro, que al martillar sobre cada moneda dejaba dibujado de qué fábrica había salido. Las monedas que se acuñaban en la ceca de Segovia por ejemplo, que funcionó desde épocas romanas hasta 1870, llevaron como sello la imagen del famoso acueducto de esa ciudad. Hoy en día, los cuños no son muy encontrados en el registro arqueológico, dado que cada ceca era muy celosa de este instrumento guardándolo bajo siete llaves y una vez gastados eran destruidos para no correr el riesgo de ser usados por terceros para falsificar monedas. A propósito, la palabra moneda tiene su origen en la ceca de Roma, que al encontrarse por entonces muy cerca del templo de la diosa romana Moneta, con el tiempo tomó su nombre. 

Tras la abdicación de Carlos I en 1556, Felipe II pasó a gobernar: Castilla, Aragón, Navarra, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, territorios en el norte de África y los territorios americanos. Durante su reinado (1556-1598) añadió las Filipinas (de ahí su nombre) y la anexión de Portugal y su imperio Afroasiático. Por entonces el Imperio español estaba en su máximo apogeo. 

Durante la colonización de América, el imperio se encontró con grandes yacimientos de plata que rápidamente comenzó a explotar. Los números hablan por sí solos: en el archivo de Indias de la ciudad de Sevilla consta que tan sólo los primeros 150 años de colonización, llegaron a esa ciudad desde tierras americanas 16 millones de kilos de plata. 

El real de a ocho fue una moneda de plata que acuñó el Imperio español a partir de 1497. Conocido también como peso duro, de ahí el dicho “no tengo ni un duro”, su valor equivalía a 8 reales. Si bien existían monedas españolas de otros metales, al tener en sus colonias todos estos recursos disponibles de plata, fue el Real de a ocho el que comenzó a acuñarse en enormes cantidades. Si bien en un principio los españoles no quisieron trasladar las cecas a sus colonias, para el siglo 18 lo hicieron. Tal fue el rédito económico que obtuvieron, que a modo de ejemplo, las cecas mexicanas producían ellas solas en un mes, lo que producían todas las cecas de Europa juntas en un año. 

Al estar el imperio español expandido por todo el mundo, durante los siglos 16, 17 y 18 el Real de a ocho se convirtió en la moneda por excelencia para comerciar en cualquier rincón del planeta. Incluso si bien en 1792 Estados Unidos creó su moneda nacional, el dólar, tuvo que prohibir pasados sesenta años el uso del Real de a ocho en su territorio, ya que por entonces sus ciudadanos aún seguían prefiriendo la moneda española. De hecho, se cree que el signo del dólar, esas dos rayas sobre la letra S, provienen de las dos columnas de Hércules que el Real de a ocho tenía dibujado en una de sus caras. Tras ser usado por más de tres siglos, el Real de a ocho es considerado hoy en día como la moneda de mayor uso a escala mundial de forma ininterrumpida en nuestra historia. 

por Esteban Nigro

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