Thursday 28 de March de 2024
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Día de la Soberanía: los ingleses, enemigos más amados por Rosas

PODCASTS | Por Edi Zunino | 23 de November 11:00

Al final, con Gran Bretaña nos termina pasando que celebramos a los héroes que los “piratas” nos masacraron y negamos a los jefes de aquellos héroes por ambiciosos, dictatoriales, traidores, populistas o borrachos. Claro que Juan Manuel de Rosas conserva un lugar entre los próceres, por más controvertido al extremo que sea ese pedestal, mientras que, por ejemplo, con Leopoldo Fortunato Galtieri, tras la rendición en Malvinas, se construyó una poco frecuente unanimidad absolutamente despectiva.

La batalla en Vuelta de Obligado, hace 175 años, fue eso: una masacre. Los invasores anglo-franceses tuvieron 25 bajas. No hay acuerdo en cuanto a la cifra de muertos aportada por las tropas de la Confederación, al mando de Lucio N. Mansilla, que resultó herido y ordenó retirada: se habló de 300, de 600 y hasta de unos 1.000 caídos. Muchos, en cualquier caso.

Fue un hecho político impactante de este lado del mapa. Y extrañamente unificador, diría. Tanto que Juan Bautista Alberdi, anti-rosista jurado y militante, saludó desde su exilio chileno el arrojo de los combatientes y condenó a los invasores. José de San Martín fue más explícito: de aquellos hechos, contemplados con ansiedad desde el autoexilio francés, surgió su decisión de ofrendarle su sable -que todavía no era considerado mítico- a Juan Manuel de Rosas.

En Gran Bretaña, el episodio pasó a la historia como una aventura comercial menor, en medio de una gran recesión -había hambre en Irlanda- y de la necesidad de probar los nuevos barcos a vapor para la explotación de nuevos mercados y, también, como artefactos bélicos. Pese al triunfo militar, menos de dos años después, los ingleses dejaron la beligerancia de lado y volvieron a la diplomacia, lo cual ciertos historiadores toman como un gesto hacia Rosas, a quien se terminó considerando un buen aliado si se lo dejaba gobernar.

Desde 1826 se imprimía en Buenos Aires un semanario en inglés, “The British Packet, and argentine news”. Su origen se basó en el notorio incremento de las relaciones comerciales entre la Argentina y Gran Bretaña tras la Independencia y la consiguiente consolidación de la comunidad británica en el Río de la Plata. El “British Packet”, si se lo compara con otras publicaciones de la época, cuidaba su independencia de criterio y su capacidad de crítica. Fue clausurado por Juan Lavalle en diciembre del ’28, cuando el semanario osó contar los funerales del derrocado y fusilado Manuel Dorrego sin dejar de mencionar a los conspiradores del golpe. Reabrió un año después, cuando Rosas fue designado “gobernador y restaurador de las leyes” y se volvió moderada pero resueltamente rosista.

"No somos ni Argelia ni la India", declaró Rosas, dándose por vencedor a la larga, cuando las fuerzas británicas se retiraron. Más allá de su oposición a la intervención directa, desarrolló la idea de una asociación comercial con la potencia imperial. En 1847, el “British Packet” publicó un efusivo manifiesto a favor de que una relación estrecha con Gran Bretaña sería provechosa para ambas partes. El periódico destacaba las “puertas abiertas de Buenos Aires” para los obreros y granjeros británicos que quisieran venir a producir y comerciar, también en el sector rural, gozando de -atención- "todos los beneficios de una colonia” que no era tal. La comunidad británica en Buenos Aires había llegado a peticionar ante Foreign Office para que se abandonara la intervención militar y se respetara la gestión soberana de Rosas, que, en esa dirección, firmó convenios con la corona en 1849 y 1850.

Dos años después, el barco que llevó a Rosas a su largo exilio final en Inglaterra era recibido con salvas de cañón en el puerto de Playmouth, formalmente invitado a “establecerse donde quiera y vivir en perfecta seguridad bajo la protección de las leyes inglesas”. Acá, le habían confiscado todos sus bienes y esperaban una extradición que nunca se dio para fusilarlo en Palermo.

El historiador británico David Rock sostiene que Rosas fue alojado por sus vencedores externos y nunca entregado a sus enemigos argentinos para negociar con éstos bajo amenaza de financiar el retorno del “restaurador” al Río de la Plata.

Allá, Rosas se hizo estanciero. Sabía de eso. Murió un cuarto de siglo después, bien mayor, a los 84 años. Había escrito, tiempo atrás: “Mi economía continuó siempre severa. No fumo, no tomo rapé, ni vino ni licor alguno, no asisto a comidas, no hago visitas ni las recibo, no paseo ni asisto al teatro ni a diversiones de clase alguna. Mi ropa es la de un hombre común. Mis manos y mi cara están bien quemadas y acreditan cuál y cómo es mi trabajo diario incesante, para en algo ayudarme. Mi comida es un pedazo de carne asada y mi mate. Nada más”.

por Edi Zunino

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