Friday 29 de March de 2024
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Lo siento mucho, pero Marcelo Longobardi tiene razón

POLITICA | Por Edi Zunino | 22 de April 12:47

Victoria Montenegro fue una de las víctimas más indefensas de la última dictadura militar: tenía apenas dos semanas de vida cuando un grupo parapolicial secuestró y desapareció a sus padres. Se la apropiaron un coronel del Ejército y su esposa. Victoria recuperó su identidad recién a los 25 años, en agosto del 2001. Miren la parábola electrizante, desesperante, de Victoria: nacer al borde de una dictadura, crecer a la sombra de quienes la robaron, reidentificarse en una crisis de la democracia y terminar alzando a sus verdaderos padres como bandera. Su tragedia, que no es sólo de ella, conmueve. Da ganas de abrazarla. Pero tener razón es otra cosa.

Ayer, la legisladora porteña por el kirchnerismo presentó una denuncia contra Marcelo Longobardi ante la Defensoría del Público, por algo que dijo el periodista en el pase con Jorge Lanata, en Radio Mitre. Empecemos por lo que dijo Longobardi. Cito textual:

“Los niveles de pobreza en la Argentina son estrafalarios y hacen cortocircuito con el funcionamiento de una democracia plena. La democracia no es para cualquier país, requiere de estándares de bienestar económico, de igualdad de oportunidades y de falta de griterío, una serie de cuestiones que no están dadas hoy en la Argentina. Algún día, lamentablemente, tendremos una sorpresa, porque vamos a tener que formatear a la Argentina de un modo más autoritario para poder manejar semejante descalabro”.

A la legisladora Montenegro le sonó a una especie de apología de la dictadura, lo cual puede ser muy atendible desde su punto de vista personal. A quién no le pesa su propia mochila en el modo de pensar. Cómo despreciar el peso de la suya. Todos somos, antes que nada, lo que mandan nuestros orígenes. Sin embargo, y más allá de lo que pueda pretender o no Marcelo Longobardi, o sea, más allá de su propia subjetividad, lo que dijo no sólo tiene sentido, sino que debería mantenernos alertas, a todos, pero principalmente a esta dirigencia política ensimismada en sus tics y sus tocs electoralistas.

Antes que nada: los niveles de pobreza en la Argentina son verdaderamente estrafalarios, o sea, grotescos, extravagantes, en síntesis: ilógicos. País rico, semi poblado. La mitad de la población es pobre. El 65% de los más jóvenes es pobre. Si lo comparamos con el resto de América Latina, bueno, por qué íbamos a estar mejor. Ahora, si comparamos a esta Argentina con la Argentina de cuando terminó la dictadura y volvió la democracia, hace nada más que 37 años y monedas, el contraste provoca espanto. Y en ese espanto fuera de toda lógica vive muchísima gente todos los días. Es una bomba de tiempo.

La pobreza, empujada a los extremos, implica en sí misma una ruptura del código de convivencia democrático. Y, según la experiencia histórica y en muchos casos del presente, la pobreza ha sido el caldo de cultivo de distintas clases de autoritarismo, para darles contención a los pobres o para ponerles frenos. O sea, por “derecha” o por “izquierda”, la pobreza suele ser de uno u otro modo la razón de ser de los populismos, los caudillismos, los personalismos u otros ismos que no suelen servir para otra cosa que legitimar los límites de la democracia, ya limitada por imperio de la pobreza.

La Argentina, como muchos otros países incluso desarrollados, se debate, en términos sociales, entre una mitad pauperizada y otra mitad que teme correr la misma suerte. Ambas situaciones suelen ser caldo de cultivo para distintas formas de violencia y para el encolumnamiento detrás de distintas posiciones ultramontanas.

Claro que la democracia está en peligro. Y no es Longobardi quien lo encarna. Más anti democrático es esquivar el debate público franco desde la descalificación o la denuncia seudo policial. Eso tapa el problema. De todos modos, el problema excede al periodista y a la legisladora: radica en que tenemos una democracia de pésima calidad y no tenemos en la agenda mejorarla.

 

por Edi Zunino

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