La Estación del Parque

Imaginemos cómo sería viajar en algún medio de transporte antes de 1800. Por un lado con tracción a sangre con su consecuente lentitud, pero ese no era el principal problema. En aquella época el suelo por el que se transitaba era muy penoso. No existiendo caminos sólidos, al llover todo se volvía un fango intransitable. Pero afortunadamente, queriendo evitar eso, a comienzos del siglo 19 a alguien se le ocurrió que si uno se desplazara sobre una superficie rígida, segura y constante, ya no habría problemas si acaso llovía. Así nació el transporte a sangre pero, como se decía por entonces, sobre caminos de hierro. Los rieles darían el primer puntapié a la revolución del transporte.

Para 1804: el inglés Richard Trevithick, adaptó la recientemente inventada máquina a vapor, a esos caminos de hierro. Dicho en criollo: creó la locomotora, cambiando los caballos por un motor. Y decidió mostrar su invento en un parque público. Tal fue la sorpresa de los domingueros que casualmente caminaban por ahí, que quisieron abrir aquella rústica locomotora, convencidos que allí dentro habría caballos. Pero les propongo que dejemos aquella Inglaterra de domingo para cruzar el Atlántico y pispear qué sucedía por entonces en nuestras pampas.

Si bien las carretas hacían penosos trayectos de hasta 40km x día, ya había rumores de que en otras partes del mundo se había inventado un nuevo medio de transporte. Al parecer se llamaba ferrocarril y era capaz de hacer en una hora, lo que las carretas en un día. El adelanto mundial no tardó en llegar a nuestras tierras y en 1854, un emprendimiento privado llamado Sociedad Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste comenzó la construcción del primer ferrocarril del país.

Debía partir del pueblo de Buenos Aires hacia el oeste, en dirección al pueblo de San José de Flores. Cuánto ha crecido la ciudad, que hoy este último es un barrio incorporado a Buenos Aires. ¿Y desde dónde comenzaría su recorrido el tren? Desde una terminal llamada Estación del Parque que fue construida en una manzana que veamos si la ubicamos actualmente. Estaba delimitada por las porteñisimas calles Cerrito, Viamonte, Libertad y Tucumán… Sí, sí, el mismo espacio donde hoy encontramos el teatro Colón.

Allí mismo funcionó la primera terminal de trenes de Argentina y hay un momento histórico, de esos que imagino los porteños de entonces deben haber contado por años a sus nietos, que sucedió en 1856. Llegaron al puerto de Buenos Aires las primeras locomotoras procedentes de Inglaterra llamadas oportunamente "La Porteña" y "La Argentina". Imaginemos la expectativa que generaba que hubiera llegado ese adelanto mundial a estas tierras, que prometía recorrer distancias a velocidades jamás imaginadas. Pero una vez descargadas en el puerto, esas infernales máquinas debían ser ahora transportadas hasta la terminal de aquella primera línea de trenes, o sea hasta la manzana donde está hoy el teatro Colón. Subidas a carros tirados por varios bueyes, fueron llevadas durante 4 días poco a poco por las callecitas porteñas. La gente venía de kilómetros a la redonda a observar el espectáculo.

Dos locomotoras de 32 tn cada una y 4 vagones, tiradas por bueyes. La imagen no podía ser más metafórica: el pasado estaba llevando al presente. Luego de varias pruebas a lo largo del año 1857, partió el tren inaugural desde la engalanada estación del Parque. La primera parada fue una pequeñísima Once, que años más tarde se convertiría en la estación terminal ya que la estación del parque había quedado riesgosamente muy céntrica. Con dos viajes diarios en cada sentido, se sumaba un servicio nocturno condicionado a la luz lunar.

Si quisiéramos desandar el recorrido de aquellas primeras vías, los invito a que un domingo transiten el porteño pasaje Discépolo que nace en Callao y Lavalle. Tal vez, caminando por aquella callecita de curva y contracurva, si cerramos los ojos aún podamos escuchar el silbido de una locomotora a vapor.

por Esteban Nigro