Thursday 18 de April de 2024
Perfil

Cien años de locos

PODCASTS | Por Carlos De Simone | 26 de August 20:00

“Señoras y señores”. Ese saludo característico fue lo primero que se escuchó a las nueve de la noche el 27 de agosto de 1920, cuando Enrique Susini presentó la obra Parsifal, desde la terraza del Teatro Coliseo, en lo que fue la transmisión debut de la radiofonía argentina.

Como se sabe, Susini junto a César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica pasaron a la historia como “Los locos de la azotea”: aventureros con no más de 25 años de edad y una capacidad emprendedora que hoy sería tan viral como exitosa en millones. Más aún, décadas después el propio Susini reclamaría públicamente que esa emisión fuera declarada como la primera del mundo.

Esa radio, la de los locos, tuvo dos años de reinado solitario y recién a fines de 1922 surgieron otras competidoras. De esa década, aunque con otros nombres, son las actuales radio Mitre, La Red, La 990 y Cerealista, de Rosario, la primera en el interior del país.

La radio fue Gardel, y su saludo que sin saberlo se convirtió en despedida. Con el paso del tiempo, la radio se transformó en una ventana a la información, a la noticia de lo que ocurría en el país y en el mundo. A través de la radio se podía estar en el frente de combate de la Guerra Mundial o ante los balcones de la Casa Rosada, cuando Perón irrumpía en la escena nacional.

Y le reservó espacio al romance, para que Hilda Bernard y Oscar Casco relataran su amor en el Teatro Palmolive del Aire, y para personajes entrañables como Discépolo, y su popular “Mordisquito”, Pepe Iglesias “El zorro”, o la irrepetible Niní Marshall.

El deporte se vivía con la intensidad y la emoción que sólo la radio y los relatores de todas las épocas supìeron darle. Desde Fioravanti o José María Muñoz, gritando el golazo del Chango Cárdenas para la historia de Racing, hasta Victor Hugo Morales, inmortalizando el barrilete cósmico de Maradona ante Inglaterra en el Mundial 86.

Las emociones siempre llegaban primero a través de la radio. La conmocionante noticia de la muerte de Evita por años marcó cada día como un reloj en la vida de los argentinos y el costumbrismo de Los Pérez García tanta gente junto a la radio como Osvaldo Caffarelli o Ricardo Arias al borde del ring trayendo los triunfos de Locche o Monzón desde algún lugar del mundo.

Los años sesenta y setenta fueron una bisagra en la historia radial. La mañana se hacía sonido de show en cada casa y la información un eje central. No era para menos, la televisión había llegado, amenazante y algunos ilusos juraban que iba a desplazarla.

¿A la radio? ¿A Cacho Fontana?, ¿A Larrea?, ¿Al maestro Antonio Carrizo?, ¿Al peruano Guerrero Marthineitz? ¡Qué los iba a desplazar! No sólo no pudo con esos próceres sino que terminó sumándolos como piezas convocantes de su propia programación.

Cómo en aquella primera transmisión de la azotea, la radio siempre tuvo un arma ganadora en la música y ese clima único que se creaba cuando las luces se apagaban y se imponían las voces de Nucha Amengual, de Nora Perlé, de Betty Elizalde y sus siete lunas perfumadas.

Y hubo más música con Juan Alberto Badía o con Modart en la Noche. Y sobrevino la noche más larga con la dictadura.

Más adelante, Fernando Bravo imponía todo un estilo de conducción, mientras la sociedad palpitaba con Roberto González Rivero, esperando que cante su “ooocho”, y se zambullía en la información y la polémica, con Bernardo Neustadt y Magdalena Ruiz Guiñazú compitiendo en “la primera mañana”, con el aliento de Aliverti en la nuca.

La radio fue la madrugada del desembarco en Malvinas y el corte abrupto que imponían en la transmisión y en la respiración los comunicados de guerra de la cadena nacional.

Y fue también la fiesta de la democracia. La radio también recuperó la libertad e hizo que la vida transitara más Cordialmente, con Juan Carlos Mareco o con Juan Carlos Mesa.

Y hubo más periodismo y más humor, y otros locos que no eran los de la azotea que le dieron nombre propio a las FM. Lanata, Lalo Mir, Mario Pergolini, la Negra Vernaci y siguen las firmas.

Hasta esos recuerdos que aún parecen tan cercanos en el tiempo están fuertemente ligados a la historia del país, de cada uno de los argentinos y de la radio misma. Como aquella mañana de horror y explosión, de la AMIA o de la embajada.

La radio fue dolor por Badía, por Fernando Peña, por Néstor Ibarra. Y fue y es aire fresco con Andy Kusnetzoff, o con Matías Martín, y más jóvenes que se fueron convirtiendo en nuevos clásicos, mientras Hanglin y Mactas jugaban con EL gato y el zorro.

Longobardi, Nelson Castro, María O´Donnell, González Oro y una pila de nombres que se hacen lugar entre los que durante décadas fueron transmitiendo realidades fantásticas o construyendo fantasías reales.

Y los móviles, y el Rotativo del Aire y esa capacidad de ser sí misma y otra a cada instante.

Aquel 27 de agosto de 1920, en la azotea del teatro Coliseo había cuatro locos y la primera transmisión tuvo solo 100 oyentes. Pasaron guerras y revoluciones, diría la vieja canción.

La radio se fue haciendo grande, salió de casa para convertirse en el primer delivery personal: se subió al auto, se hizo pasajera de cada taxi, fue a la cancha con “la portátil” y se durmió agotada de energías cada noche bajo miles de almohadas adolescentes y no tanto.

Se convirtió en infaltable profecía del clima, conquistó Internet, se hizo podcast, se asoció en el teléfono, multiplicándose en millones de auriculares que no diferencian colectivo, subte o tren. Hasta soporta la herejía de un streaming que la hace visible, pero que por más que se empecine en mostrar la magia, nunca podrá develar el truco..

Pasaron 100 años y ahí está, ahí sigue, viajando por el aire, latiendo en el corazón. “Señoras y señores, con ustedes la radio!”. De pie por favor.


Locución: Paula Fortin
Edición: Vito Napolillo
Producción: equipo periodístico de Radio Perfil

por Carlos De Simone

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